Tuesday, January 09, 2007

Caracol

Me puse un par de tacones negros y salí a la calle. El frío pegaba de frente y mi nariz, entumida por la neblina matutina, perdió sensibilidad ante mis klilnex de bolsillo. El vestido no había sido diseñado para contrarrestar los efectos de un viento helado, pero el reflejo del espejo había lanzado por la borda todo razonamiento lógico.

El clock clock que subía la escalera, con peligro de atorarse en las rendijas de aquella estructura de caracol, no cesaba en su intento por llegar al último piso. Concentrada en atinarle al metal, colocaba el tacón lejos del vacío que caía en vertical. Subía y subía.

Pensé en las probabilidades: un par de ojos de constructor podría estar escudriñando los encajes que adornaban mi ropa interior. Un casco podría estarse deslizando apoyado en unas manos ennegrecidas de cemento y un rostro miraría hacia arriba. Un soplo de viento podría levantar, en un vuelo silencioso, los pliegues de la falda, alimentando así la curiosidad de más de alguna figura perdida debajo de mis pies. Pero nada de eso importaba, el objetivo estaba claro. Tenía que llegar a la cima.

Me encontré de frente al número 5-A. Preparé el puño y lancé un par de tocs, tocs en la puerta de madera. Por un largo rato no se escuchó más que el ronroneo de los autos que viajaban por la avenida. De repente, el teléfono celular rompió de tajo aquel semi-silencio:

-¿Bueno?

- Hola.

- Hola.

- Solo llamo para decirte… bueno, sé que es un corredor muy angosto, y sé que te encuentras en el último piso. No iré. Quiero facilitarte las cosas. Mi recomendación es que te coloques de frente al 5-A y que te lances de espaldas. No hay mallas protectoras ni bomberos esperando. Ahí, abajo, encontrarás tu única certeza.

- (sollozos seguidos de un llanto sincero)

- Sé que te pusiste muy bonita. Imagino que llevas puestos los tacones que me platicaste la semana pasada. Y es que… quiero decir que los tacones negros no son mis predilectos. Bueno, lo eran, pero ahora…

- (la mirada cayó en un viaje sin retorno mientras el corazón se le desmoronaba)

- No tengo en este momento una linda historia que contarte. Creo que se me terminaron. Te juro que busque hasta debajo de la cama, pero, como decirlo, los bichos se las tragaron.


Enmudecí. El teléfono se deslizó por las rendijas de metal y yo me dispuse a bajar. Paso a paso fui contando los peldaños. Uno, dos, tres… hasta el infinito.

Noemí Mejorada at 11:20 PM

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