Friday, November 10, 2006

Reina rota

Foto: Lilya Corneli
Existió, hace mucho tiempo, una reina que reinaba tras las ventanas de una gran torre. Desde lejos se observaba (aún se observa). Quienes la conocieron dicen que tenía el corazón seco. En un tiempo, su reino era infinito, y ella, flotaba dejándose llevar por las corrientes de todos sus ríos. Pero su corazón, de golpe, se entumió.

No se sabe exactamente cuándo, pero dicen que la reina comenzó a morir, o mejor dicho, a vivir una muerte constante. Su agonía retumba en las paredes de su gran torre, es la música que acompaña en sordina al viento inerte; el aliento que le regala un día más, dos días más, tres días más…

Hay días que parece que hay vida dentro de la torre, sobre todo en las mañanas… el otro día, juro que la vi.

Si la reina construyera un gran ataúd, en el que pudiera guardar su torre y su corazón, nuestro reino se derrumbaría… quizá sea lo mejor. La reina muerta, mito inadmisible, la reina está muerta, reino insostenible. Quizá sea mejor dejar caer lo insalvable, ya no es suficiente la ligereza de su aliento. Los minutos se han vuelto la eterna espera, todo cuanto habita este reino se desahucia.

No es culpa de la reina, es de las noches asfixiantes; del silencio que protege las palabras, del nudo en la garganta que impide que pueda hablar de una vez por todas: “tengo seco el corazón… es momento de secar las lágrimas que se filtran por las paredes de mi gran torre” La agonía de la reina perpetúa la de sus súbditos, de no iniciar la construcción del ataúd, corre el riesgo de convertirse en verdugo.

La reina está muerta. Dulce reina rota, muerta en vida, nos queda una posibilidad. ¿Es justo dejar morir a todo un reino? Es justo cuando sus habitantes se han convertido en fantasmas, es justo, cuando la ceguera ha alcanzado hasta a la propia reina.

Un día, se acercó al espejo… lo que vio… ¿cómo había sido posible que no se hubiera percatado? ¿cómo había sido posible que la oscuridad fuera tan espesa?... el reflejo del espejo estaba vacío. Ya no era la reina la que habitaba la gran torre, era una sombra ausente, incapaz de reflejarse, era el inmenso vacío en el que yacía su alma muerta.

Dejar ir, dejar salir, el viento, el aliento, las sombras, dejar que caiga todo, soltar sus propias manos si es necesario, dejar que el derrumbe acabe con todo, los fantasmas, el corazón, las palabras, el nudo en la garganta. Hasta que solo quede la reina y su silencio.

Ya no será necesario renacer aquí, la reina que emigra, una reina que emerge de la tierra, una reina en la búsqueda-espera de un nuevo reino. ¡Cuánto lo siente la reina! ¡cuánto extrañará a los fantasmas! De lejos se observan los colores, toma tiempo curar la ceguera…

Noemí Mejorada at 9:38 PM

2comments

2 Comments

at 5:31 PM Blogger Vala Sailhin said...

Pues sí, cuesta mucho reponerse de la ceguera, en el mejor de los casos de que esto sea posible...Tú lo sabes, lo mejor: el tiempo. Por si las dudas, debo contarte que los restos físicos del reino, hoy están aguardando en la esquina para ser alejados y depositados en su lugar...

 
at 9:27 PM Blogger Noemí Mejorada said...

Entonces, cuando se escuchen las campanitas de la marcha fúnebre sabremos que el reino por fín llegó a su último adiós..y una elegante carroza cargará los restos del reino hasta su destino final... mala suerte para los pepenadores que no tendrán la culpa de encontrar un reino tan destruido...

 

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