Thursday, August 09, 2007

Historia de tres vistas



Llamas divinas

Era de noche y yo caminaba por la orilla de la banqueta. Mantenía el equilibrio, seguía una delgada línea blanca con las puntas de los pies. No tenía una dirección en mente; sólo caminaba hacia adelante, hacia donde la delgada línea blanca indicara silenciosa. Fue entonces cuando lo vi: el más grande milagro jamás visto por ojos humanos.

Una mujer de aproximadamente 50 años lloraba en medio de una oscuridad casi impenetrable frente a una figura rocosa, igualmente impenetrable; una figura de ojos piadosos; una virgen. Y pedía entre sollozos ¡PIEDAD! Yo incliné el cuerpo hacia atrás con el único propósito de no interrumpir ni los ruegos, ni los sollozos; me oculté tras una barda de adobe y me dispuse a observar atentamente lo que acontecía frente a mis ojos, justo donde principia un imponente bosque.

En aquel escenario natural, recargada en la rugosidad de un pequeño árbol; rodeada de un verde negruzco, la mujer gemía, moqueaba. Arrastraba los pies, sacudía las manos al aire. Y lloraba, lloraba mucho. Lloraba casi como si esa fuera la última vez en la que ella, tendría oportunidad de derramar una lágrima.

Estuvo abrazando a aquel ídolo durante un largo rato sin dejar de suplicar entre lamentos y alaridos. Fue entonces cuando vino el maravilloso milagro. Como de la nada, la mujer se iluminó. Una oleada de fuego inmensa la abrazó por completo y la mujer cayó al piso iluminada. Ardiendo en llamas divinas. Lo vi con mis propios ojos, la santificación de un ser humano, la glorificación de la carne, en carne viva.

Del placer de experimentar

Nadie entiende con más claridad la importancia de la experimentación que un chico de entre 8 y 15 años de edad. En toda su profundidad y dimensión, el conocimiento empírico se alza como compañero adolescente y conduce a la creación de grandes maravillas. Una noche fantástica, poblada de ideas innovadoras, de creatividad y pólvora, un par de chicos salieron al bosque a encender luces artificiales. En un programa de televisión habían escuchado la fórmula que da como resultado la creación de fuegos artificiales; y esa noche decidieron ponerla en práctica.

La experimentación conduce al perfeccionamiento del conocimiento científico, a la elaboración de leyes y a la explicación de la realidad; sin embargo, una de sus características, indudablemente, es el riesgo de fallar, el factor del error. Así, antes de emitir una ley, una explicación o una sentencia final de una verdad absoluta, hay que fallar por lo menos una vez.

Esa noche fantástica, llena de expectativas e ideas maravillosas, culminó en una estrepitosa explosión. El fuego se apoderó de un árbol, y se avivó apoyado de un pequeño grupo de hojas secas. Afortunadamente el fuego cesó pronto, y no se tuvo que lamentar una tragedia natural.

El fallido intento se celebró con una carcajada. Así es el placer de experimentar. Un placer que no muchos pueden entender con claridad.

En el noticiero de las 10:00 pm.

Una mujer de aproximadamente 50 años falleció anoche en un incendio en el bosque de la cuidad. Eran las 12:35 pm, cuando la mujer fue sorprendida por una explosión que la cubrió por completo. Al parecer, ésta explosión fue provocada por un par de chicos de secundaria que se encontraban jugando con pólvora. Al intentar encender una palomilla realizada por ellos mismos, vino el accidente. La mujer no tuvo tiempo de esquivar el fuego, y cayó al piso. No hubo nadie alrededor que pudiera auxiliarla. Los chicos no se percataron del suceso por el ruido de la pólvora explotando. La mujer será velada y enterrada hoy por la noche.

Pasando a otras noticias…
Foto: The Mask. Brenda Ledesma

Noemí Mejorada at 10:52 PM

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