Monday, February 23, 2009

Perro callejero


En la curva del kilómetro 38 de una carretera casi olvidada se encontraba Karim. La luz de un viejo y oxidado arbotante le iluminaba parcialmente el rostro; un rostro deformado por las inclemencias del vagabundeo. Una gran cicatriz le atravesaba la cara de forma diagonal como buscando dotarle de dos rostros. Uno de ellos recibía las limosnas de luz de la lamparilla; el otro no se dejaba tocar ni por el reflejo de la luz de la luna.

Estaba sentado en el piso y tenía las rodillas encogidas, por lo que la barbilla descansaba sobre ellas. Sus brazos rodeaban en un abrazo su par de piernas y, de su boca, se escapaba una especie de melodía que sonaba como un silbido. Karim silbaba mientras el viento daba inicio a un lúgubre viaje para transportar aquella extraña musiquilla. Su cuerpo se mecía de adelante hacia atrás; lentamente, pausadamente, en un vaivén de lentos y casi imperceptibles giros. Nadie le miraba, nadie le acompañaba; el silbido viajó por la carretera contorneando sus irregulares curvas.

Por el kilómetro 36 se acercaba Lola. Esa noche había planeado encontrarse con sus compañeros de la universidad para pasar el fin de semana en una cabaña en las afueras de la ciudad. Manejaba un auto Renault modelo 68 mientras tatareaba una canción de Gloria Gaynor. Detrás del cristal del auto, agarrada fuertemente al volante, se mordía el labio inferior. Esta era una manía suya que la hacía verse un tanto sexy. Era una chica linda y, aunque su belleza se empeñara en ocultarse tras las gafas de aumento que usaba desde los 13 años, había momentos en los que era imposible dejar de notarla. Esa noche se había puesto un vestido negro ajustado y medias tintas, por lo que su figura se enmarcaba en una serie de curvas pronunciadas. Su cabello negro se movía a la par del viento que cortaba la piel como navaja fina y que entraba por la ventanilla del auto pegándole en la cara.

El kilómetro 36 comenzaba a agotarse y la promesa que se había hecho Lola de divertirse sin restricciones se involucró de pronto en un proceso de mutación extraña. Gloria Gaynor cantaba I will survive y Lola tarareaba la letra. De pronto, justo antes de iniciar el kilómetro 38 su auto comenzó a fallar y se detuvo antes de la primera curva. La cabina de teléfono no estaba lejos, indicaba un señalamiento, así que Lola decidió bajar del coche y caminar hasta encontrarla. Sus pasos se encajaban a manera de taconeo sobre el concreto de la carretera y su silueta se convirtió en una sombra que se movía entre el paisaje.

Después de haber recorrido medio kilómetro sin encontrar otra cosa que no fueran matorrales ensombrecidos, Lola comenzó a desesperar. Estaba cansada y la altura del tacón de los zapatos le impedía moverse con rapidez. Entonces se detuvo para quitárselos cuando frente a ella se irguió la figura de Karim. Estaba parado sin emitir una sola palabra, únicamente la observaba. Lola, asustada, se echó para atrás en un brinco. La noche estaba pretendiendo tomar forma de una angustiosa persecución y el silencio buscaba convertirse en una especie de callejón sin salida. Karim, sin dejar de observar a la chica, extendió uno de sus brazos como queriendo tocarle el rostro, ésta, inmovilizada por una especie de pánico, se dejó acariciar por aquel extraño. La luna les iluminaba cual reflector silencioso. Entonces, Karim sonrió descubriendo tras de su sonrisa una larga fila de redondos y amarillos dientes. Acercó el rostro hasta estar a 5 centímetros de la chica y luego, como de la nada, saltó sobre ella. Con sus dientes le arrancó la ropa y luego, a mordidas a veces agresivas y a veces suaves, la piel. La sangre formó un charco espeso alrededor de su cuerpo y la luna grababa como cámara un video desde el cielo. Así pasaron varios minutos. Luego de este tiempo, con la mejilla pegada al frío concreto, Lola observó alejarse a Karim. Caminaba encorvado hacia la fila de arbustos ensombrecidos. Poco a poco cerró los ojos. El joven vagabundo se ocultó y continuó silbando entre pausados giros. En ese momento, Gloria Gaynor sonaba ya lejana, como de otro mundo.



Fotografía: Eugenio Recuenco

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Noemí Mejorada at 2:40 PM

8comments

8 Comments

at 6:46 PM Blogger Aimeé said...

yupi!!!!! de los míos, gracias hermana lela...jaja! :)
I love...

 
at 11:59 PM Blogger sirako said...

de algún modo el final fue refrescante, porque por el título y la carretera, pensé que iba a haber un perro atropellado. pero fue más sangriento aún. i will survive suele tener ese efecto irónico y desagradable, nada recomendable escucharla fuera de casa.

 
at 9:19 AM Blogger LINO FONTANA said...

Qué ironía: I will survive... pero no sobrevivió...

:(

Que tengas buen día!!!

:D

Saluditos.

 
at 12:52 PM Blogger Pável said...

- Ajá. ¿Y luego qué?
- Pues Karim le arranca la piel. Pero los dientes tienen que ser feos de a de veras, de esos bien ojetes que hay en los consultorios de los dentistas para espantar a los niños que no se quieren poner frenos. En estos casos ayuda mucho ser descriptivos. Además ya conoces al Franchute: le encanta exhibir a sus freaks latinos, víctimas de la pobreza del tercer mundo, que se vuelven locos y matan a diestra y siniestra porque a los pobrecitos no les pusieron frenos, no les daban para un Frutsi en la primaria o nunca les compraron “los zapatitos más chavitos”. jaja. Ya sabes, tiene que ser todo muy bizarrón, muy retorcido.

- Precisamente. Precisamente. Esto no es ni bizarro ni retorcido. Si fuera cabello, ni rizado sería, resulta más bien como un crepé de veinte pesos de esos que seguramente hacen en la estética donde te cortan tu fleco de burro. No mames, te pareces a Igor el de Winnie Pooh, jajaja. A ver, ¿qué tenemos? Una chica bonita que se muerde el labio en el auto mientras conduce. Ajá. Escucha a Gloria Gaynor, I Will survive. Ajá. Nuestro asesino marginado le arranca la piel a mordidas, la vieja se desangra y entonces el hecho de que la muchacha haya estado escuchando I Will survive hasta hace unos minutos, se convierte en una lúcida ironía. Uff, cuántos guiños y piquetes de ombligo para los amantes de la cultura pop y los fans de las pelis de serie B. Aplausos, por favor.

- Bueno chingá, ya estuvo suave. Si crees que puedes escribir algo mejor, aviéntate tú el guión, porque para criticar con tu sarcasmito de Doctor House estás bien bueno, pero para cuando se trata de escribir, siempre regresas con tu cara de pendejo a decirme que “no estaba tan de la chingada”. Y claro, terminamos haciendo lo mío, pero agregando unas de las frasecitas que te fusilas de X Files o de Bones.

Sí, no pongas carita de yo no fui ni te las des de muy creador de alto nivel, que el otro día le enseñé el guión de “Folie a Deux” a Amaranta, y me dijo que más de una frase ella la ubicaba en la voz de Dana Scully. Y sí, resulta que hasta el nombre mamón que propusiste, en francés y todo, era de los Expedientes X. Ya ni te quise decir nada, te la estaba guardando para cuando te diera otro ataque de erudición marca Homo Mamertus. Hasta me estoy refinando la serie completa para ver qué tanto te has robado de ahí.

- Puta, ahora resulta que uno ya no puede utilizar recursos estilísticos que son completamente válidos. Los guiños, referencias, homenajes o cameos, son utilizados de manera regular y recurrente en el cine, y si tú y Amaranta perdieron el tiempo en la Universidad fumando mota y hablando del tomo uno de El Capital que nunca terminaron de leer, en lugar de entrar a las clases optativas de guionismo y sociología del cine que yo sí tomé, ese no es mi pedo. Pero ahora no vengas a exhibirme tu ignorancia revestida de baños de pureza. Mejor dátelos de asiento.

- Me haría gracia tu chiste, si no supiera que te lo robaste de Tres Mujeres en la Hoguera. Hasta para tus chistes eres rata, ni la chingas Rubén. Una cosa es una referencia, un homenaje, un guiño, y otra cosa es el fusil descarado. Ah, pero eso sí, cuando en las reuniones del Franchute te preguntan que de dónde sacas todas tus ideas, te paras la nalga y te pones a citar autores, directores y guionistas que apenas has escuchado nombrar, tocado místicamente por la divina inspiración de San Google y Nuestra Señora de Wikipedia.

- Uno que puede y a otro que le duele. Yo creo que lo que siempre te ha tenido ardido es que en los créditos siempre aparece primero mi nombre, que en las fiestas sea siempre a mí al que invitan, y ti, quién sabe por qué, te hacen el feo. ¿Será que te hacen el feo, porque estás feíto? Debe ser. Y encima de feo gordo, y encima de gordo, nervioso y torpe para hablar. A los ejecutivos como el Franchute les gusta poder presentar a su gente, todo en este medio son relaciones públicas. Y tú mi Moncho, lo que menos tienes es roce social.

- Mejor ser un animal antisocial que un pendejo de mierda lamesuelas, huelecolas, que se siente muy acá pero ya se está quedando calvo. Y que aparte tiene fama de que ni se le para.

A Moncho siempre se le hincha la misma vena en la frente cuando pelea con Rubén. Ni las filas de los bancos que odia a niveles sociopáticos logran hacer relucir ese río subepidérmico como lo hace su camarada y compinche. Desde la Universidad ocurre la misma cosa: Rubén, el de la labia fluida, el del choro natural, el carita, siempre tenía para sí los reflectores. Y Moncho estaba siempre tras bambalinas, trabajando de veras, talachando con las cosas que a Rubén le parecían aburridas y poco creativas.

Por desigual que pareciera la simbiosis, les había funcionado. Esa mancuerna de carita-labia/inteligencia-trabajo se había impuesto una y otra vez en concursos de campañas de publicidad, de diseño, de ensayo. Hasta que un día conocieron en una fiesta al Franchute, un agregado cultural Francocanadiense, pijo, burgués y con ínfulas de director de cine de arte, interesado en dirigir cintas de terror con aire surrealista, pero que retrataran “el ambiente triste y tóxico que se vive en América Latina”. Seguramente el Franchute había sido o era todavía parte de Greenpeace o alguna organización similar, porque su frase de batalla sobre la toxicidad ambiental en América Latina era tan recurrente como los cólicos en los bebés.

Al Franchute lo impresionaron los finos modales y el francés muy bien pronunciado de Rubén. Éste afirmaba haberlo aprendido durante su semestre de intercambio en la Sorbona, cuando en realidad había sido en una juerga olímpica, de alcohol y muchas putas, en ese año sabático que decidió tomarse como unas merecidas vacaciones después de la Universidad. El Franchute apenas y reparó en Moncho, sus manos sudorosas, su cara regordeta y picada por un acné adolescente no le parecieron la cosa más agradable. Pero cuando Rubén le contó (en francés, por supuesto) que Moncho era un chico de extracción humilde de una zona muy marginada del Estado de México que había terminado la carrera con honores gracias a su esfuerzo, nació en el corazón del Franchute una compasión filantrópica y cursi que lo hizo mirar a Rubén con ojos paternalistas primermunderos.

El primer proyecto que el Franchute les encargó fue un guión para una cinta en la que la protagonista saciaba su obsesión por tener pechos grandes mediante una cirugía, pero sus pechos atraían no a los amantes vehementes que ella siempre quiso, sino a hombres desequilibrados y afectados por un Edipo anormal que los llevaba a querer cercenarle sus falsos atributos. Para su propia sorpresa, lograron que esa idea se transformara en un guión no sólo aceptable, sino hasta con cierto valor artístico y estético. La dirección del Franchute no era tan mala, al final estaba desquitando lo aprendido en su escuelita neoyorquina de cine. Pronto llegaron los reconocimientos, las felicitaciones, y por supuesto, los advenedizos que nunca tardan en saltar a la mesa cuando ya está bien servida. Pero así como llegaron fueron despachados, porque los aires de divo de Rubén no toleraban a nadie a su alrededor. A nadie Excepto a Moncho.

Más de una vez hubiera querido deshacerse de esa botarga poco agraciada, hasta que recordaba quién era el del verdadero talento. Y recordaba entonces también que de no ser por él, su ropa, sus viajes, sus mujeres, su bebida, sencillamente no estarían ahí. Entonces, tomando los remiendos de la humildad que alguna vez tuvo, invitaba a su leal Moncho a salir a tomar algo. Lo veía reirse torpe, grave, abierto, y por unos instantes envidiaba su talante. Talante y talento, un juego fonético que se sintetizaba en la figura ovoide de Moncho.

Contra lo que pudiera pensarse, Moncho no era un tipo infeliz, sumiso ni interiormente apocado. Sabía muy bien de las limitaciones que conllevaba haber nacido bajo la estrella de la fealdad, y las asumía con dignidad. Era un sujeto asombrosamente diligente, con la capacidad de crear ideas redondas y concretas en un abrir y cerrar de ojos. Ya fueran ensayos, crónicas, guiones, el trabajo era sólo concebir una idea, el corazón del proyecto. Como por arte de magia aparecía todo lo demás: piernas, ojos, venas, uñas, y de repente, el proyecto estaba en forma, marchando saludable y derechito.

No sólo trabajaba en los proyectos con El Franchute. Escribía un par de columnas, una de cine en una revista de mediano tiraje, y otra de sátira política, en un periódico rojillo. En esas trincheras se sentía seguro: firmaba con seudónimos y no era necesario ser visto por nadie. Sus comentarios, siempre agudos y chingaquedito, eran un éxito en las páginas de ambas publicaciones. Y Moncho se sentía feliz y satisfecho, porque sabía que aún sin Rubén podría arreglárselas muy bien.

Cualquiera pensaría que en esa relación de dominatrix/patiño, Moncho sería un saco de resentimientos a punto de desfondarse. Pero no. Analítico como era, nuestro robusto amigo sabía que en el mundo del show bussines, la imagen era un asunto necesario. Había visto a muchos de sus compañeros de Universidad, brillantes y promisorios, terminando con flamantes taquerías, que aunque funcionaban bien como negocios, lo más que les ofrecían para explotar sus dotes de escritores era hacer las cuentas con su pluma Bic en cuadritos de papel de estraza. Claro, eso cuando les iba bien y no terminaban en el eterno desempleo, viviendo a costa de sus familias. Y todo porque tenían esa tendencia a no bañarse, a no cortarse bien el pelo, a no saber reírse de un chiste en el momento adecuado. Porque claro, una cosa era ser un hippie chic de Coyoacán o un pandroso fashion de La Condesa, que ser un don nadie (así, con minúsculas) desarrapado y con ideas trasnochadas de socialismo utópico.

Sabía muy bien que, o se hacía un cambio de look radical como los que le hacían a los conejillos de indias en el programa de Extreme Make Over, o permanecía al lado de Rubén hasta que su nombre fuera autosuficiente, a pesar de los inconvenientes sociales que planteaba el ser quien era. Hasta cierto punto se sentía agradecido por habérselo topado en su camino, conciente de que su prosperidad había llegado en parte gracias al muchacho ojimiel que tantas veces le sacaba de quicio. Y Rubén lo respetaba, no sólo porque estaba conciente de que en él residía el valor real de esa dupla, sino porque era precisamente ese hombre, con toda su fealdad y su gordura, el único que no le besaba los huevos y le echaba en cara sus verdades. Si algo de cordura le quedaba en esa cabeza rematada por su caballera a la mode, era gracias a ese cómplice de vida que le había regalado su estancia en la carrera de Comunicación.

(El flashback termina, Moncho y Rubén se miran. La vena en la frente regordeta se desinfla, las quijadas en el rostro fino se relajan. Sentados frente a frente, Rubén saca la lengua, y le saca también una risa al rostro del amigo.)

-Bueno, pero si la va a matar, que al menos se descubra al final que el supuesto asesino es una mujer. Ese puede ser un giro de tuerca interesante.

-Okei. Pero si el asesino va a ser una mujer, ¿qué te parece si hacemos que la víctima en realidad sea hombre? Sí, mira, todo encaja. Karim en realidad se llama Karime, pero la cicatriz en su rostro la desfiguró tanto que nadie sabe si es hombre o mujer. Y como siempre viste ropa enorme, pues no se le ve el pecho. Ve a Lola acercarse y quiere acariciarla, tocar su feminidad perdida a través de la piel de la visitante fortuita. Pero la admiración y ternura se trocan en rabia animal cuando Karime se acerca a olerla, y se da cuenta de que huele a hombre. ¡Oh sorpresa! Lola traía una sorpresa entre las piernas. Entonces Karime se le va encima y le arranca la piel, intentando también arrancar la decepción, la mentira, el coraje por la burla y el escarnio del que siempre fue víctima por la cicatriz de su rostro. Y tan tan.

-Ay Monchis, otra vez te me andas proyectando con la venganza de los feos, jajajaja. Pero sí, está chingón. Nada más déjame ponerle nombre: quiero que se llame “Trust no one”.

- Eso es de los X Files, nos van a demandar.

- Es un guiño, tú no entiendes nada de sutilezas. Chale, pobre de Karim/Karime. Eso pasa cuando uno crece en el ambiente triste y tóxico de América Latina. Franchute Dixit, para que no digas que es fusil.

 
at 3:34 PM Blogger Noemí Mejorada said...

Aimeé: ya sé, adicta! jajaja

te i love!

Sirako: porfas tu NUNCA NUNCA LA OIGAS MIENTRAS MANEJAS, pliss, me preocupo mcho!!!

:(

besos!

Lino Fontana: Ya se...

:(

así es la "#$%&/( vida!

un besote Lino!


Pável: El siguiente va a ser clasificación "BIEN C", sólo para adultos adictos a la sangre, como mi hermana Aimeé... si la conocieran a la muy gore!

jajaja

Ah y pido ser Moncho! jijiji!

Ah si, y que es la onda jugar contigo... ya está lanzado el siguiente tópico, sólo espero tu respuesta!! qué emoción!!!

Un abrazo enorme!

 
at 7:31 PM Blogger Vala Sailhin said...

buenazos los dos...si un quieren hacer un trío me avisan, eh, yo puesta!!Sería más que honor, un placer, ja ja...

Besos Rota, quierote...

 
at 9:05 AM Blogger Seymus said...

Nomás escuché la palabra trio y me vine volado, aunque ya aqupi me dí cuenta del contexto.

ahora me dejas la duda de saber a cuantos "perros callejeros" he terminado de esparcir gracias a mis llantas.

 
at 10:21 AM Blogger Kiddo said...

Me encanta "I will survive", aunque, seguramente ahora pensare en otras cosas cuando la escuche.

 

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