Wednesday, January 28, 2009

Chantajes o tratado sobre la dualidad del mundo



M: ¿quieres ir a jugar a mi casa?

P: mmm ... ¿a qué?

M: mira, jugamos a que éramos escritores y que hacíamos libros y que yo escribía cuentos y que tú los completabas...

P: ¿otra vez? ash, no sé, ¡es que tú luego quieres siempre ser la primera en escribir y yo tengo que seguirte el paso!

M: ¡Ay aaaaandaleeeeeeeeeeeeeeeee!

P: Aissssshh bueno, ¿pero puedo empezar esta vez yo?

M: mmm, nop!

P: ¿por qué no? ¿ves?

M: ¡porfitas, porfitas, ándale, primero yo!

P: pero es que ¡es injustooooo!

M: ¡si no me dejas que sea yo quien escriba primero ya no te voy a dar de mi paleta!

P: ¡oyeee, eso es chantaje!

M: ¡ya te dije!

P: ... bueno pues, ya, ándale, vamos...


Una sonrisa cínica de mujercita sinvergüenza se le dibujó en el rostro a Mimí. Era chantajista, trepadora, egoísta y abusiva, pero sabía que nadie, nadie en el mundo era capaz de hacer con sus historias lo que hacía Pável; y sabía también que ella jamás sería capaz de completar la redondez de los cuentos que él creaba. Por eso cuando Pável intentaba inaugurar el juego con una historia ella se negaba rotundamente y le chantajeaba con lo que fuera: paletas, pasteles, canicas… lo que fuera. Y él accedía sin remedio. Mimí era feliz a su lado; le encantaba pasar su tiempo con él fabricando historias de dos caras, formando mundos de doble naturaleza. Era su mejor amigo, su cómplice.

Pável, con un sentimiento de molestia, caminó sin mirar a Mimí. Mimí, por su parte, lo observaba de reojo. Con la sonrisa más marcada aún le tomó de la mano. Pável, sin decir palabra, se dejó guiar por su amiga. Su molestia se fue disolviendo poco a poco, del mismo modo en el que la paleta de frambuesa sucumbía ante el jugueteo de la lengua de Mimí.

Cuento dedicado a Pável, ¡el As de las variaciones literarias!

Foto: Eugenio Recuenco

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Noemí Mejorada at 7:49 PM

22comments

22 Comments

at 7:16 AM Blogger LINO FONTANA said...

Jejeje los chantajes son la onda. Lo bueno es tener siempre una coartada qué cobrar, y claro que en la niñez abundaban ésos chantajes.

Saludos querida Mimí!

 
at 9:26 AM Blogger sirako said...

divino mujer, que bonito está. lo mejor es que casi no es un cuento.

 
at 1:17 PM Blogger Pável said...

Había una vez una Trinidad que nunca existió. Madre, Hija y Espíritu Insano, nacieron, vivieron y nunca murieron, en una dimensión alternativa donde las historias se mezclan, se multiplican, se reducen, se nulifican y terminan convirtiéndose en un cuento.

Para ti, Mimí Madre.

LA SAGRADA FAMILIA

Mimí La Pequeña apenas despega los ojos unos minutos al día, plena de una autoconfianza impensable en criaturas de su edad, sabedora de que en más de un sentido, ella es un verdadero milagro. Con sus apenas novecientos gramos de humanidad, este pequeño mix de órganos, cabellos y fluidos, decidió desde el instante en que ingresó al mundo que se llamaría igual que su madre.

Un hecho curioso hizo de Little Mimí la sensación de los medios locales, aunque el suceso pronto pasó al olvido entre los chismes de los artistas y la preocupación por un grupo terrorista de petatiux. La Minúscula Mimí, la que se pensaba que probablemente no viviría para contarla por ser sietemesina, no requirió de la clásica palmada/golpe/madrazo del doctor/nodriza/partera para empezar a respirar.

Había salido únicamente la minúscula cabeza del cuerpo sudoroso y magullado de Mimí Madre, cuando un ruido poco usual en esos trabajos parturientos retumbó en las paredes azul alberca de la sala de ginecología y obstetricia del hospital San Rafael: una risa potente y fresca, delgadita, contagiosa, recién hecha. La Diminuta Mimí reía, y así rió por varias horas, hasta que diezmada por el cansancio se quedó dormida en su cunero, como un gato esponjoso frente a la chimenea.

Mimí Madre no estaba ya para sorpresas: habían sido siete meses de una angustiosa espera, porque según los médicos, el embarazo era un tanto atípico. Sin embargo también le aseguraban que no había mucho qué hacer al respecto, además de los cuidados rutinarios que debía llevar cualquier embarazada. Por supuesto que Mimí, en su terquedad obsesiva de la que siempre había hecho gala como trofeo de feria, se pasó por el arco del triunfo estas palabras de los médicos y no paraba de comprar cuanto libro, pasquín o consejo de chamán se le pusiera enfrente sobre cómo llevar mejor su embarazo. Compró complementos, suplementos, gotitas, jarabes, emplastes, ropa anatómica, ergonómica, hipoalergénica, en fin, todo lo concebible, para que su pequeño hijo o hija, fuera concebible.

Este último detallito risueño acabó de comerle los nervios. Escuchó de los labios de los especialistas que probablemente Mimí La Menor tenía un daño en algún área cerebral que hacía que estuviese riéndose todo el tiempo mientras estuviese despierta. Las primeras horas de sueño de Mimí La Pequeña pasaron entre máquinas de resonancia magnética, rayos X y médicos que caminaban de aquí para allá, anotando todo lo anotable en sus cuadernos de pastas metálicas.

Sólo las palabras de su eterno novio le devolvieron el aliento. “Todo va estar bien” dijo él, y Mimí Mayor descansó, Porque desde hacía 19 años, él jamás le había mentido. Bueno, no en sentido estricto. Varias veces le había contado historias fantásticas que después le aclaraba que eran invenciones literarias, pero de ahí en fuera, todo transparente. “Todo va a estar bien” repite el novio, y ella se queda dormida entre sus brazos, mientras él, apostado como perro vigía, observa a su novia mientras se convierte en una hermosa minina aterciopelada, hipnotizada por el calor serpenteante de una chimenea imaginaria.
“Todo va estar bien”, lo dice porque lo sabe, lo sabe porque lo intuye. Mientras observa a Mimí Madre entregarse al sueño merecido, él recuerda sus años de infancia, cuando eran un par de criaturas cuyo deporte favorito era hacerse rabiar el uno al otro. A Mimí siempre le había encantado salirse con la suya, y lo lograba. Gracias a su diabólica perspicacia, parapetada tras unos ojos inocentes, no había cosa que no hubiese conseguido. En los cuentos que inventaban él siempre moría, quedaba condenado a la pobreza o reducido a sirviente, mientras ella gozaba de amores increíbles, fama, poder y belleza.

Así vivieron hasta que un día Pável tuvo que cambiarse de casa, porque su madre sería directora de una escuela nueva que estaba en Morelos, cosa que sonaba a un país lejano y exótico para las mentes de ese par de chamacos. No sirvieron de nada las huelgas de hambre que se rompían ante el primer postre suculento, los ruegos, los berrinches, las lágrimas. Los papás de ambos creían que se trataba de cualquier capricho infantil y los separaron sin más miramientos, prometiéndoles que se visitarían en las vacaciones. Cosa que por supuesto, nunca ocurrió.

Muchos años pasaron y los niños jamás se olvidaron de sus juegos. Tuvieron amores y amistades diversos, cada uno por su parte, pero jamás lograron recrear la magia de esas primeras andanzas en las que un día podían ser cosmonautas en una peligrosa misión, y al día siguiente animales de granja conspirando para escapar del horrible destino de ser comidos. Y como el par de necios que siempre fueron, se negaron a sepultar el recuerdo.

Mimí adolescente, arguyendo que en Morelos se encontraba la mejor academia de Teatro del país, convenció a sus papás de que la dejaran estudiar ahí. A los viejos no les quedaba de otra: sabían que con Mimí todo era “sí o sí”, y más les valía acceder por las buenas a que se fuera con un gandul cualquiera de esos que les caían como patada de mula. Y fue así como Mimí se embarcó a Morelos, sin más barco que un autobús de segunda clase con destino a Cuernavaca, donde sabía que Pável se había mudado hacía 12 años.

En la terminal de autobuses, sedienta, acalorada y sudorosa, Mimí se sintió ridícula. Con sus maletas viejas, cargadas de libros, velas aromáticas que planeaba vender y ropa estrafalaria que pensaba usar para escandalizar a los provincianos locales, salió del edificio y respiró el aire morelense. Llamó al servicio de operadora para consultar si existía algún teléfono a nombre de Pável, pero siempre le preguntaban el nombre completo. “¿Cómo chingados voy a saber, si teníamos 7 años cuando lo vi por última vez?” y Mimí colgaba, ofuscada y con las quijadas a punto de engancharse la una con la otra.

Se matriculó en la UEM, en el área de artes y humanidades, donde según su intuición femenina, debía estar inscrito su creativo y ñoño amigo. Pero si algo olvidaba Mimí era que su intuición estaba algo atrofiada por falta de uso, por lo que Pável jamás apareció. Nadie sabía nada de él. A Mimí le dolía que alguien tan promisorio se hubiese convertido en un Don Nadie. O a lo mejor se había mudado de nuevo, como ya lo había hecho una vez, y ahora vivía en Yucatán, tenía una casa, una esposa e hijos con su inconfundible cabeza Yucateca. “Bomba” pensó ella y se rió, mientras recogía un volante del lugar de moda en Cuernavaca.

“Más cerveza y menos Pável, más cerveza y menos Pável” repetía Mimí mientras marchaba como una militar sexy hacia las puertas del Nirvana. No, no era que Mimí a fuerza de repetición de ese mantra hubiera accedido a la divina nulidad de su ser, sencillamente El Nirvana era ese lugar de música peculiar al que, gracias a una reseña en una revista de actualidad, ahora todo mundo se moría por ir. El flyer ofreciendo cerveza al dos por uno era demasiado tentador para ser ignorado, y Mimí se enfilaba hacia el congal.

Entre cerveza y vodka, entre vodka y Margaritas, entre Margaritas y Cosmos, la piel de Mimí iba sonrosándose cada vez más, a la par que su cuerpo perdía la gracia habitual para moverse, hasta convertirse en una especie de pingüino colorado y risueño. “No mames, estoy tan borracha que hasta me parece que el DJ se parece a Pável. Jajajajajaja…” No pudo terminar de reirse. Era él. Con varios tatuajes más y menos kilos de sobra, pero la cara era la misma. “No puede ser él, estoy borracha”. Tomó un taxi y se fue directo a la pensión para estudiantes, donde no pudo cerrar los ojos sino hasta que dieron las cinco.

Ese día no estaba para ir a clases, ni física ni mentalmente. Aporreada por la cruda más infernal de su vida, cerró las cortinas y se puso una almohada sobre la cabeza, quitándosela cada cierto tiempo sólo para beber de la botella de agua que tenía sobre el buró.

Esa noche volvería, y ya sin alcoholes encima, comprobaría si todo era una alucinación. Se vistió, se maquilló, se peinó, se angustió, se cambió de ropa y de peinado, se sintió ridícula por tanto alboroto y se puso lo mismo que al principio. Tomó un taxi y llegó al Nirvana (¿Al Nirvana? ¿en taxi? ¿y para qué tanta continencia y conciencia budista?), donde gracias a las ventajas de ser chica, no tuvo que pagar cover.

Y ahí estaba. Junto a la barra, bailoteando, sudoroso y sonriente, su compañero de juegos de la infancia. No podía ser. Parecía tan diferente, y al mismo tiempo tan similar, que no pudo sino correr a saludarlo. Se sentiría estúpida si él ni siquiera se acordara, o peor aún, que sí se acordara pero por perseguirlo la considerara patética y maniática. Pero corrió el riesgo. Se plantó frente a él y le dijo: “Soy Mimí.” Como Pável pusiera cara de ¿?, contraatacó: “Tu amiga, la de los cuentos”. Y en ese momento todo se aclaró. O se nubló, según se le viera, porque Pável jamás pensó que su amiguita, esa tirana enojona de cabellos crespos se convertiría en esa mujer que, ¡Gulp!, ahora se presentaba frente a él, toda una femme fatal con los mismos ojos de niña juguetona.

Aquella noche Pável fingió un dolor de espalda terrible para poder irse a casa con Mimí, donde pasaron horas contándoselo todo. Ahí el DJ se confesó: había vivido una juventud atormentada por no poder encontrar jamás a nadie que llenara el lugar de la niña de los cabellos crespos. Se volvió un rebelde con múltiples oficios y con nulos beneficios, había pasado por las garras del alcohol y las drogas, pero hasta ellos lo dejaron ir porque no era compañía grata de nadie. Se sentía partido en dos desde niño y su alma no tendría sosiego hasta reencontrarse con Mimí. Muchas veces se imaginó regresándose a Guadalajara a buscarla, a robársela como se usaba en los tiempos de la revolución.

Pero ¿iba Mimí querer escaparse con ese vago desarrapado, que no tenía ni para un boleto de autobús de regreso, y mucho menos para dos? ¿A dónde vivirían? El cuarto que le rentaban no aceptaba visitas, y si la casera de enteraba de que alguien más estaba con él, lo correrían con la misma facilidad con la que se saca una bolsa de basura. Y mientras esos pensamientos se revolvían con intermitencia en su cabeza, el adolescente se iba haciendo adulto, devorado por el desgano. Hasta el día en que gracias al azar y sus conocimientos en música retro/kitsch, El Nirvana le abrió sus puertas y lo acogió como DJ. Y de ahí para el real, con ese empleo surreal donde le permitián tocar desde Rigo Tovar hasta The Ramones, Pável recuperó las ganas de hacer algo de su vida.

Rieron juntos y se bebieron todo lo que pudieron. Dejando de lado los reclamos morales, cedieron a los reclamos instintivos de sus cuerpos jóvenes, y se enfrascaron en esa guerra, la única, en la que ambos bandos resultan ganadores. Al despertar, se dieron cuenta de lo que habían hecho, y sin asomos de culpa, se echaron a reir. Desayunaron huevos divorciados, aunque jamás se sintieron más casados que aquella mañana.

“¿Quieres ser mi novia?” Preguntó él. “Sólo si nunca dejamos de serlo”, contestó ella. Ambos aceptaron el trato y lo sellaron con un apretón de manos y un jalón de orejas, como cuando eran niños.

Años más tarde, ella maestra de teatro y él aún estudiante de música y DJ, esperaban a su primer hijo/a. Era un embarazo de alto riesgo y Mimí estaba muy intranquila. En la historia clínica de su familia desfilaban los casos de abortos espontáneos y de partos mal logrados. Con una mezcla de tristeza y felicidad, miraba pasar los días y las semanas. “No hay mucho qué hacer, sólo esperar, decían los médicos”. ¿Nada qué hacer? Mangos. Mimí se preparaba para la batalla y se acorazaba de productos e información cada vez más inverosímiles con tal de que su niño/a llegara a su vida con las menores complicaciones. Ambos estuvieron de acuerdo en que no querían saber el sexo del bebé. “Es como si te contaran el final de la película” contestaban al unísono, contentos por saber que pensaban exactamente lo mismo al respecto.

Pero como en la película de la vida nunca se sabe si se trata de tragedia o comedia, a los 7 meses de gestación, Little Mimí pulverizó la tensa calma de la pareja de novios. Con un peso bajísimo y un tamaño que hacía dudar sobre las posibilidades de vida de la niña, se presentó una criaturita de pelo crespo que se rió desde el primer momento en que asomó la cabeza al mundo.

No hay daño cerebral en La Pequeña Mimí. Lo que hay tras esa risa que nunca termina, es una historia de amor, una felicidad que no se acaba y que terminó creando a la criatura más feliz de la que se haya sabido. No sabemos lo que la Pequeña Mimí será de grande. Lo que sí sabemos es que es hija de dos locos, de ese loco adicto a la música que se derrama de los ojos de su eterna novia, y de esa loca que con una sonrisa es capaz de partir en dos las aguas de cualquier mar con su belleza bíblica. Por eso Little Mimí reclamó su nombre desde el momento en que conoció mundo: porque esa risa potente y fresca, delgadita, contagiosa, recién hecha, es la misma con la que su madre impregnaba las calles mientras caminaba de la mano de Pável, en esos primeros años de su infancia.

 
at 1:20 PM Blogger Pável said...

Uff, ahora sí deberían darme un premio al comment más largo de la historia, jajaja.

Si encuentras fallos, es que todo lo escribí como un loco, de una sentada.

Te quiero, chica de rojo.

 
at 3:54 PM Blogger Noemí Mejorada said...

Lino: no, lo peor es que yo sigo manejándome los chantajes, soy experta!!!

Aguas!!!

jajaja!

Sirako: Ya se, que padre!!! debí poner: "basado en una historia verídica!"

Un abrazo!!!

Pável: Bueno, pues qué te puedo decir! ahora eres mi novio para siempre! jaja! wey, qué hermoso cuento! y no sé, siento que todo ha pasado, que de verdad pasó... jaja, "soy Mimí, tu amiga del blog!!!" que presentación más boba, jaja, perdona, es que estaba nerviosa y no supe que decir!!!

Padrísimo que la vida me ha dado de regalo el mejor compañero de cuentos que jamás imaginé. Gracias Pável!

No dejes de jugar nunca conmigo, y, así te vayas al Oriente Medio, voy a agarrar mis maletas y, ridicula en la central de autobuses, voy a emprender mi búsqueda...

Te quiero chico de verde! es en serio!

 
at 4:07 PM Blogger Noemí Mejorada said...

De verdad está hermoso, y no hablo desde la subjetividad por ser protagonista. Tienes un talento bien bien bien grande!

(te fijaste como usé BIEN!, como buena tapatía)

Otra vez, te quiero!

 
at 6:59 PM Blogger Sergio Nieto said...

pobre mimi creo que un dia se quedara sin pavel

 
at 12:51 AM Blogger Noemí Mejorada said...

Ouch, eso sonó a amenaza!

:(

 
at 3:05 AM Blogger Pável said...

Tú no puedes quedarte sin mí, porque ya estoy en ti, a pedacitos, a ratos, a suspiritos azules, como los pitufos.

Me alegras la vida, Mimosa Mimí :D

 
at 10:56 PM Blogger Xavysaurio said...

Cuando a mi me dediquen un perro, por favor que salgan:

-Un perro gay
-Batman
-El tio rico (zombie)
-Sirako (invisible)
-Y mimi

y que se llame: Turururpapapapamparatzzz! o eso.

 
at 10:56 PM Blogger Xavysaurio said...

este.. puse un perro? quize decir "un cuento", un "cuento gay" digo aish nada.

 
at 8:56 AM Blogger Seymus said...

eso de ¿quieres ir a jugar a mi casa? inmediatamente me condujo a situaciones sexosas, de ahí el cuento ya no fue lo mismo, Usted disculpe

 
at 9:49 AM Blogger Noemí Mejorada said...

Pável: somos un par de pitufos, que cagado!!! pero que bonito!

besooooooooxxx!



Xavy: Va, un cuento... dame un par de días... te vas a sorprender!!!

:O

Oye, pero no quieres salir tu??? puedo hacer que seas la identidad secreta de Batman o... tu di!!!

:P

Seymus: Ay son taaaaaan mala para identificar los dobles sentidos... y lo feo es que siempre digo cosas que suenan a otras y así!!

El pez muere por la boca!

:O

En fin! espero que hayas disfrutado el cuento, aunque en tu cabeza se haya puesto play el XXX

:)

jajaja!!!

abrazo!

 
at 2:35 PM Blogger Mariana said...

me gustó. Muy bonito.

 
at 3:53 PM Blogger Noemí Mejorada said...

Mariana Gr: Hey, muchas gracias! tus historietas también están geniales... siempre lo he dicho, si que hay talento en Colombia! soy su fans!

jeje

 
at 10:25 AM Blogger LINO FONTANA said...

Yo también quiero otro post!!! Ya ni porque es San Valentín, no hay que ser!!!

ándale, ándale, ándale, ándale...

;)

Porfis jajaja

Saludos!!!

 
at 3:52 PM Blogger Noemí Mejorada said...

Siiii, dame plis un tiempo! no tardo, lo juro por el niño dios!

;)

 
at 8:17 AM Anonymous Anonymous said...

MIMÍ, TÚ SIGUE CHANTAJEANDO. LO PIDE TODO MUNDO.

 
at 9:54 AM Blogger Agnes Milk said...

Orale, iba a opinar sobre la entrada original, pero... resulta que Pável cuasi lo anulo ¿Pável y tu se aman?

 
at 8:45 PM Blogger Noemí Mejorada said...

Si

;)

jijiji

 
at 8:47 PM Blogger Noemí Mejorada said...

Rafi: Bueno, agarrate el viernes porque te voa chantajiar machín... porque tu lo pediste!!!

porque si vas a ir verdad???? porfas, no nos la apliques como siempre!)

:O

Besitos!!!

 
at 11:04 AM Anonymous Anonymous said...

DE QUÉ MARCA ERA EL CHOCOLATE? SNICKERS? SE PUEDEN PONER MARCAS EN EL BLOG DE LA ROTA?

TAL VEZ SI VAYA. LO DEJAREMOS EN SUSPENSO...

 

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