Monday, March 26, 2007

Sueño de una noche de verano




Porta un uniforme verde militar. En el bolsillo del gastado pantalón guarda cuidadosamente una fotografía. Cuando nadie la observa, la saca y hunde sus pensamientos en ella.

En la fotografía es de noche. La oscuridad nocturna es iluminada tenuemente por unas cuantas estrellas. A la orilla de un lago se encuentra, de pie, una ardilla que mira melancólicamente hacia afuera, al otro lado de la foto. Su mirada se pierde en el límite del flash y el papel amarillento. Es una imagen maravillosa. Casi puede sentirse la calidez del viento de aquella noche de verano.

Y ella pierde su mirada en la de la pequeña ardilla y piensa que es la suya. Desde ahí puede observarse y deslizarse, cuando el verde militar del sucio uniforme ha comenzado a alejarse, hacia la espesura de los árboles.

Pero el intenso olor a gasolina practica la mala costumbre de sacudirla cuando ella menos lo desea. Cada vez que esto sucede la fotografía regresa a su sitio. Involuntariamente se esconde: asfixia irremediable de la espera entre gruesos tejidos que raspan como lijas. Y así, mientras la vida transcurre entre autos y mangueras, un mundo arde en el bolsillo de su pantalón; y la ardilla observa desde ahí, impaciente, hacia el otro lado de la foto.

En su habitación, de noche, se lava las manos. Afuera corre un viento helado y el silencio interior choca contra todas las paredes. Es el silencio de la soledad, de la individualidad, es el silencio de un cuarto de hotel en el quinto piso. Ella se pasea de un lado a otro; acomodando aquí los zapatos y allá los pasadores que acaban de permitir a su cabello sentir la suavidad de sus hombros semi-desnudos.

Cerca del tocador, la fotografía palpita como un corazón a punto de desbordarse. Y las manos tiemblan. Los suspiros detienen en un segundo la rudeza del silencio cuando ella deja caer su cuerpo cansado en la blancura de las sábanas recién lavadas, con la foto entre los brazos, con la mirada hundida en cálidos pensamientos.

Es una noche fría, helada. Es el sopor de la rutina enfrascado a empujones dentro de las cuatro paredes de un cuarto de hotel del quinto piso. Es un café que se derrama por la hendidura de una taza de porcelana. Es un fuerte olor a gasolina. Es la hora y el lugar en el que es posible soñar con una ardilla que pasea en una noche de verano.
Fotografía: Lilya Corneli

Noemí Mejorada at 11:51 PM

1comments

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at 9:58 AM Blogger Vala Sailhin said...

!Vuelve!, no nos abandones, eres la onda....

 

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