Sunday, May 04, 2008

El hombre número uno



El hombre número uno salió de su trabajo para ir al baño de vapor. Ahí presumió a todos que esa mañana había sido el primero en llegar a la oficina, el primero en saludar al jefe, el primero en terminar de desayunar y el primero en entregar el informe del día. Todos los compañeros de baño se miraron entre ellos e ignoraron sus presunciones. El hombre número uno se dio prisa, pues no quería ser el segundo en nada, salió del baño, se secó mientras caminaba al vestidor y partió a su casa.

En la calle, el tráfico era un verdadero caos. Los semáforos se habían descompuesto y los automóviles se lanzaban en una lucha intensa por pasar primero. El hombre número uno, ansioso por ser siempre el que quedara al frente de los demás, encendió una sirena que había instalado ilegalmente a su carro y, usurpando un cargo que en definitiva no era el suyo, pasó cual patrulla en plena persecución. Todos le abrieron paso; se adelantó y, contentísimo, apretó el claxon varias veces para festejar. Se internó en el pausado transcurrir de las callejuelas de su colonia y se estacionó frente al cancel de su casa.


En el justo momento en el que arribaba y pretendía bajar del auto, María, su esposa, llegaba también. Iba cargada de tres pesadas bolsas de supermercado y en su cara se reflejaba el cansancio de haber caminado mucho. El hombre número uno la vio, tomó su portafolio con presteza, y bajó del auto acelerando el paso. En la puerta se la topó de frente y, con un leve empujón, la sacó del camino. Corrió, abrió un poco desesperado el cerrojo con su llave, y entró en la casa antes que ella. María no se sorprendió en lo absoluto y tranquilamente siguió su camino hasta la cocina. Estaba acostumbrada a las prisas de su marido. Limpiándose el sudor de la frente, subió las escaleras hasta su recámara y se tiró en la cama.

El hombre número uno estaba gustoso de no haber sido el segundo en nada en el transcurso de ese día, sin embargo, una preocupación le daba vueltas en la cabeza. Dedicó toda la tarde a buscar una solución para aquel problema; se propuso idear la trampa perfecta para hacer que Gómez, su compañero de oficina, faltara al día siguiente a trabajar.

Y es que sucedía que el hombre número uno había recibido una llamada de su madre la tarde anterior. Le pedía que la llevara a realizarse unos análisis urgentes al laboratorio de análisis médicos y que no podía esperar: Hijo, me siento muy, muy mal, el doctor me mandó hacer unos estudios, es urgente, no puedo esperar. La cita era a las ocho de la mañana, hora a la que, el hombre número uno, entraba a trabajar. Naturalmente, no podía negarse, era su madre quien estaba necesitada de su ayuda, sin embargo, no había sido jamás el segundo en llegar al trabajo y encender la computadora de la oficina. Entonces pensó que no podía perder el lugar que con tanto esfuerzo había ganado (esfuerzo que sólo él notaba ya que ningún otro compañero, ni el jefe mismo, prestaban mucha atención en el asunto), y pensó también en Gómez. Toda esa tarde, mientras su mujer cosía la ropa desgastada, pensó en Gómez: si no podía evitar la entrada de todos al edificio, sí podía lograr que, al menos, nadie entrara antes que él a su oficina.

Se acercó a la ventana, miró a través de ella, y entonces se imaginó el rostro regordete de Gómez. Sintió mucho odio hacia él y, en su imaginación, (que era abundantemente creativa), le apretó el cuello hasta asfixiarlo. Caminaba de un lado a otro, veía a su madre y luego a Gómez, a su madre y luego a Gómez. Y cada vez que éste último aparecía, el hombre número uno le asesinaba de una manera diferente: con un pica hielos, un cuchillo o un encendedor y gasolina. Y cada vez que Gómez caía al suelo muerto, el hombre número uno sonreía oscuramente. No había duda alguna, éste era un asunto de vida o muerte.

Acercó una silla a la ventana y se sentó allí para pensar mejor; tanta caminata alrededor de la sala le estaba comenzando a marear. Con la cabeza baja, los codos sobre las rodillas y las manos apretando fuertemente los ojos, sintió que un foco se encendió en su cabeza. Había llegado la luz ¡por fin! Era simple, muy simple. No había más que levantar el auricular y expulsar su mordaz veneno, cosa que no dudaba en lo absoluto, pues la moral y el remordimiento eran sentimientos que no actuaban en él mientras se tratara de defender el primer puesto.

Escribió en un papel lo que diría para no perder detalle; tomó con las manos firmes el teléfono y marcó decidido el número de la casa de Gómez:

- ¿Bueno? ¡Hola Gómez, queridísimo hermano! ¿Qué tal va tu tarde eh?
- Hola, ¿qué tal? Pues va, va, que ya es ganancia. ¿Qué se te ofrece amigo?
- ¡Ah, si! mira Gómez, lo que pasa es que justo en este momento acabo de recordar que tú y yo, tenemos pendiente un asunto importantísimo.
- ¡Ah caray! ¿cuál asunto hermano?
- ¡Gómez, Gómez… andas volando entre nubes viejo! Mira; no sé si recuerdas, me imagino que no, aquel proyecto que nos encargó el jefe hace tiempo… el de las vías del tren; ¿si te acuerdas?, no ¿verdad? Ah, pues es para mañana Gómez, estoy viendo el calendario en este instante; aquí está la fecha: 12 de Marzo Gómez, de éste año por supuesto, ja, ja, ja. El jefe lo quiere a primera hora.
- Oye pero… ¿estás seguro? Yo tengo entendido que es para el viernes…
- ¡No Gómez! ¡Mira nada más que despiste el tuyo, caramba! Gómez, es para mañana a primera hora, no podemos fallar. Es sólo que… siempre hay un pero hermano, un obstáculo ¿no es así Gómez? estarás de acuerdo conmigo ¿no?…siempre. Pues ésta vez no es la excepción. Fíjate que ayer me llamó por teléfono mi madre; dice que necesita que la lleve a hacerse un chequeo médico, ¿tú crees Gómez? justo mañana a las 8:00 de la mañana que tenemos éste importante compromiso. Ya estuve revisando yo el proyecto, ¡no he parado de trabajar Gómez! y pues… me di cuenta de que hacen falta las fotografías del tren pasando por el lugar éste, ya te acordarás ¿no? “el lugar de la discordia”; el caso es que me dije: “qué tal si mi buen amigo Gómez lleva a mi madre al médico mientras yo tomo las fotografías”. Y nos vemos un poco después en el trabajo, llegarás tarde hermano, yo lo sé, pero no serás el único, yo también llegaré tarde; es más, quizás después que tú. ¡Quién sabe Gómez!
- Oye, pero si quieres puedo ir a tomar las fotos yo…
- ¡Ay Gómez, Gómez! No. Gómez, admitámoslo, soy mejor con la cámara que tú. No te ofendas amigo. Mira, lo único que quiero y busco es el bienestar de ambos, podemos proponerle al jefe un aumento con éste trabajo, o un ascenso… Gómez, imagínate, ¡un ascenso!
- En ese caso, supongo que tienes razón.
- ¡Si Gómez, claro que tengo la razón! Mi madre te estará esperando en su casa a las 7:30 de la mañana. Sé puntual ¿si? Yo, mientras tú llevas a mi madre, haré plantón en las vías de ese tren hasta que logre tomar la fotografía ideal. Si llegas antes que yo a la oficina (y en este momento el hombre número uno tapó la bocina para carcajearse hasta llorar) ay perdón Gómez, se me atoró una pepita en la garganta (y fingió toser un par de veces), bueno, te decía, que si llegas tú, antes que yo, le expliques al jefe por favor en dónde estoy. Verás que quedaremos muy bien en el trabajo. Oye, ¡pero eso si eh Gómez! no se te ocurra llamar a la oficina para decirle al jefe que llegaremos tarde. Porque mira Gómez, existe la posibilidad de que no lleguemos tarde, o sólo un poco y que no se den cuenta; y si llamas o llamo, ¡nos ahorcamos solos eh! sólo en el caso extremo de que lleguemos verdaderamente tarde, entonces ya le explicamos al jefe lo ocurrido. ¿Estamos Gómez?
- Bueno hermano, pues como tú digas. Mañana estaré a las 7:30 en casa de tu madre.
- Obsidiana # 225. Colonia Valle Verde. El laboratorio es el de Análisis Generales de Occidente. ¿Lo conoces?
- Si, por supuesto, no te preocupes, y toma bien esas fotografías ¡eh! ¡como sólo tú sabes!
- Claro Gómez, claro… verás que pronto estaremos en la cima, los dos; ¡suerte mañana!

Colgaron y una risa ahogada se liberó de la garganta del hombre número uno. Moría de risa, simplemente moría. Y las lágrimas se le escurrían burlescas por la cara. Hasta que el estómago le dolió tanto que tuvo que contenerse por un rato. Luego soltó las carcajadas de nuevo. Poco después se calmó; pero cada que vez que recordaba la llamada, volvía a empezar: reía, se ahogaba, lloraba, se contenía y volvía a reír. Aun, de noche, el hombre número uno ahogó su risa en la almohada varias veces, hasta que su esposa María prendió la luz de la lámpara y le pidió de favor que se pusiera serio, pues no podía dormir y al día siguiente le esperaba una larga jornada. Fue entonces cuando el hombre número uno se tapó con las sábanas hasta la nariz e intentó dormir. Esa noche tuvo un sueño placentero.

A la mañana siguiente, Gómez se despertó muy temprano. Se metió a bañar, cantó en la regadera, se vistió, se anudó la corbata y se preparó un café. Salió de su casa a las 7:00 de la mañana pues no quería hacer esperar a la madre del hombre número uno y arrancó tranquilamente en su auto.

En la silla que se encontraba a la entrada de la casa número 225 de la calle Obsidiana, la mujer estaba sentada y lista. Gómez se bajó del auto, tocó el timbre y ella salió de prisa.

- Hola muchacho, tú debes ser Gómez. Eres muy amable en venir por mí. Fíjate que no sé qué es lo que traigo, me he sentido mal últimamente. ¿Puedes cargar esto por mí?

Y le dio un pequeño frasco de vidrio que contenía un líquido caliente en su interior.

- Es la orina mijo, tengo que entregarla para que le saquen análisis. No quiero que se me vaya a tirar. Cuídamela bien.
- Si señora, claro –dijo Gómez un poco asqueado, y tomó el frasco con las puntas de los dedos sin siquiera mirarlo-.

Subieron al auto y se dirigieron al Laboratorio de Análisis Generales de Occidente. En el camino Gómez no dijo mucho, fue la madre del hombre número uno la que acaparó la conversación con preguntas y más preguntas, al grado de hacer que Gómez pronto se sintiera incómodo e interrogado. La madre del hombre número uno “era una chismosa”, decían los vecinos de la colonia en la que vivía, ya que era experta en colarse a todas las casas buscando información confidencial para luego regarla por doquier. Gómez pronto pudo corroborar éste hecho pero, desgraciadamente, no pudo zafarse de ella. Gómez era un verdadero fracaso evadiendo hasta la pregunta más incómoda. Nunca podía decir que no a nada, así que mucho menos evadiría la conversación con aquella mujer. Soportó toda clase de preguntas, las que iban desde su condición sexual, hasta las que alcanzaban el tema de su salario. Y Gómez respondió a todo, y lo que fue peor, sin mentir.

Pasaron media hora arriba del auto hasta que Gómez se estacionó afuera del laboratorio. Ayudó a la mujer a bajar y la acompañó hasta la entrada.

- Señora, usted entre y yo la espero aquí afuera el tiempo que desee.
- Ay gracias hijo… espero no tardarme.

Y la mujer estuvo dentro cuatro horas y media. Mientras tanto Gómez, un poco desesperado, llamaba inútilmente al hombre número uno, quien, al ver en su teléfono celular el registro del número de su pobre compañero, hacía caso omiso.

El hombre número uno se había levantado de la cama a las 6:00 de la mañana, desayunó tranquilamente y salió a tiempo para llegar al trabajo veinte minutos antes de la hora de entrada. Abrió la puerta de su oficina, aspiró profundamente el olor a encerrado y encendió su computadora. Ahí jugó solitario hasta que comenzaron a llegar los demás empleados. Salió, saludó a todos con orgullo y aires de grandeza, y bebió pausadamente un delicioso café oscuro. A media mañana fue con el jefe, a quien ya había saludado con un fuerte abrazo antes que ningún otro, y le ofreció una taza de café. El jefe aceptó y el hombre número uno salió de prisa por él. De regreso, mientras caminaba por el pasillo, sacó su teléfono celular y marcó el número de Gómez:

- Hermano, que tal, ¿cómo te anda yendo?
- Ay amigo, pues tu madre aun no sale de los laboratorios. Hay mucha gente esperando desde mucho antes que nosotros. Pero dime, ¿qué ha pasado contigo?
- ¡Uf! Hermano, no sabes que día. En la mañana muy temprano, cuando ya iba yo camino a las vías del tren el jefe me llamó, ¿qué raro no? pues si Gómez, yo pensé lo mismo. Pero así fue. Me llamó para decirme que el proyecto se cancela.
- ¿Cómo? ¿El proyecto? ¿Nuestro proyecto?
-Así es Gómez, y pues me vine temprano a trabajar. Gómez, he estado intentando comunicarme contigo y no enlaza la llamada. Creo que algo le pasa a nuestro teléfono de la oficina. Ha de ser el cable otra vez.
-Pero, oye, le explicaste al jefe dónde ando, supongo, ¿le hablaste de nuestro acuerdo?
- No Gómez, ya sabes como es aquí. El jefe siempre está ocupado. Tiene toda la mañana encerrado en su oficina y no creo que salga pronto de ahí. Lo malo Gómez, es que creo que llegó antes que todos y se dio cuenta de tu tardanza. Pero mira hermano, no te apures ¿si? Lo vamos a arreglar juntos, ya que llegues. En cuanto te desocupes, llevas a mi madre a su casa y te vienes para acá.

Colgaron y el hombre número uno fue a hacer entrega del café caliente al jefe. No tenía un argumento fuerte en ese momento para justificar la tardanza de su compañero, y tampoco le importaba mucho, así que mejor se dirigió a su oficina y ahí se dedicó a hacer el informe del día. Sentado en la computadora se pasó dos horas enteras, dándose prisa y sin dejar de observar a Julio Medina, su compañero de área y vecino de oficina.

Julio Medina era uno de los mejores empleados de la empresa, el jefe le reconocía su trabajo a la menor provocación y, juntos, iban a comer varias veces al mes. Se podría decir que Julio y el jefe eran buenos amigos; y éste hecho colocaba en una situación de clara desventaja al hombre número uno. Para él, esto era una especie de piedrita en el zapato; y le molestaba pero, a la vez, por más que se había esforzado, no había logrado romper su entrañable amistad. Éste reto era para el hombre número uno, uno a largo plazo, pues sabía que le costaría mucho tiempo ganarse del todo a su jefe. Sin embargo no desistía, y el primer paso era, sin duda, lucirse cuanto le fuera posible.

Julio Medina era veloz con las manos, sobre todo cuando las posaba sobre el teclado de la computadora, y aparte era inteligente y capaz. El hombre número uno había hecho esfuerzos sobrehumanos durante mucho tiempo para ganarle siempre y entregar antes que él el informe del día. Se daba siempre prisa, se agitaba frente al monitor y sudaba. Y al final lo conseguía, e iba personalmente a la oficina del jefe a entregarle el trabajo antes que cualquiera. El jefe colocaba la carpeta en su escritorio y sobre ella apilaba las demás, dejándola siempre en el último puesto. Quizá era por eso que los esfuerzos del hombre número uno parecían no surtir un efecto claro y contundente.

Esa mañana, que se encontraba ya en su etapa final, sucedió lo que siempre; dio inició la competencia personal que el hombre número uno mantenía con Medina por la entrega del reporte del día: el hombre número uno escribía con rapidez; Julio Medina también. La distancia entre las computadoras de ambos era amplia debido a la pared que dividía a las oficinas. Por esta razón el hombre número uno no alcanzaba a distinguir quien llevaba la delantera. Se levantó y discretamente fue a la oficina de su rival. Se acerco a la computadora y pidió con una amabilidad hipócrita una engrapadora. Julio Medina le entrego en la mano el objeto solicitado y con una gran sonrisa palmeo en la espalda al hombre número uno, quien en ese momento sintió que la sangre se le subió a la cabeza: Julio Medina estaba a punto de terminar el reporte, ¿pero por qué? ¿Cómo era posible? Con la sonrisa más forzada que nunca regreso a su sitio. Su cabeza daba vueltas ¿Cómo era posible? ¿Cómo era posible? Entonces pensó en Gómez; y recordó lo ameno que conversaba con Julio todo el día. Claro, eso era, Gómez no estaba y Julio no perdía el tiempo platicando. Maldijo a Gómez; lo maldijo por toda la vida. Regresó a su silla y se puso a pensar. Tenía que hacer algo.

- ¡Julio, buen amigo! –gritó con fuerza desde su escritorio-.
- ¿Si? Dime, ¿qué se te ofrece?
- Disculpa que abuse de tu confianza, digo, si es que cuento con ella…
- Ay, por supuesto que sí, hasta la pregunta me resulta necia, dime, con toda confianza ¿que necesitas?
- Un favor. Necesito un favor. Medina, sucede que fui al médico hace tres días y el doctor me dijo que no debo hacer muchos esfuerzos porque estoy un poco mal de la pierna, es posible que me operen, y necesito llevar estos papeles al modulo de información. Es que… urgen. No sé si tú podrías hacerme el favor…
- Pero por supuesto, en un abrir y cerrar de ojos están allá. Pero dime, ¿qué es lo que le pasa a tu pierna?
- No se sabe, es posible que sea poliomielitis, el médico me ha hecho varios análisis pero aun no está seguro de nada. Yo rezo todos los días para que sea una cosa de nada. Espero; pero mientras tanto, prefiero obedecer las instrucciones de mi médico, para no arriesgarme.
- Claro que sí amigo, espero que no sea nada de gravedad. De cualquier manera, ¡ya sabes eh! cualquier cosa que necesites no dudes en pedírmela.
- Muchas gracias. Toma los papeles. Y de nuevo… ¡gracias!

Julio Medina se alejó dejando sola su oficina. Entonces el hombre número uno entró en ella y apagó el interruptor de la computadora de su compañero. Luego lo volvió a encender, pero la información de su trabajo del día, se había perdido. Salió, no sin antes percatarse de que nadie lo hubiera observado, y corrió rápidamente hasta su silla poniendo una cara de absoluto disimulo.
Cuando Medina regresó y se dio cuenta de la fatal pérdida, no tuvo otra opción que telefonear a su esposa para avisarle que llegaría tarde a comer, quizá dos o tres horas, pues debía rehacer el trabajo perdido. El hombre número uno le dio sus condolencias y se apresuró en llegar la oficina del jefe a entregar el reporte. Dio la hora de salida, se alistó, guardó sus cosas y prontamente salió de la oficina para dirigirse hacia su casa. Desde el estacionamiento observó a Gómez cuando iba entrando al edificio donde ambos trabajaban, pero el hombre número uno ya se encontraba trepado en el auto y estaba dispuesto a arrancar. Por supuesto que sería el primero en retirarse a su casa a comer.

Esa tarde Gómez recibió uno de los regaños más injustos de su vida; quizá fue por eso que se alteró tanto que elevó la voz al jefe hasta gritarle. Es posible que fuera él quien, involuntariamente provocara su despido.

Cuando el hombre número uno llegó a trabajar a la mañana siguiente las cosas de Gómez no se encontraban ya en la oficina. No sintió remordimiento. De cualquier manera Gómez lo merecía. Esa mañana era una nueva oportunidad para volver a empezar y romper nuevos récords en los primeros puestos. Sólo que ahora algo era definitivo: todas las flechas apuntaban hacia la oficina de Medina.
Fotografía: Eugenio Recuenco

Noemí Mejorada at 1:44 PM

21comments

21 Comments

at 6:47 PM Blogger jerónimo said...

el que agandalla no batalla

 
at 6:52 PM Blogger sirako said...

chales yo quisiera ser el hombre número uno y/o comprar un coche bonito y/o montar a caballo.

pero no, estoy acá sentado en mi casa, todo el día en espera absoluta y ahora me duelen las nachas, así no puedo ser el número uno.

 
at 6:55 PM Blogger sirako said...

ya sé

¿soy el número uno si me comparo con algún tipo del otro lado del mundo?



lo malo es que allá es un día antes! demonios.


bueno de todos modos no estoy yendo a ningún trabajo ni nada, sólo arreglé un poco mi casa miré a las vecinas, le aventé insecticida a unas palomas. creo que soy el primero en hacer todo eso junto, el mismo día.


necesito coca para mis neuronas.

 
at 1:21 AM Blogger Samantha said...

No mames, qué hijo de puta, y pensar que así existen tantos "número uno", yo conozco muuuuchos y son lo peor de lo peor, pinches gandallas.

Linda te extrañé bien cabrón, ya no visitas los blogs, ya no habías publicado nada, me da mucho gusto saber de ti.

Nunca lo olvides I love you¡¡¡¡¡

 
at 5:20 PM Anonymous Anonymous said...

Hola!! si, si, existen muchos "números uno" en todos lados, pero me dan pena porque que flojera pasarse la vida pensando en ser los "unos", que hueva!! por eso yo no me estreso, tal vez por eso siempre soy la última en entregar programaciones, calificaciones,registros...blah! las maestras números uno siempre me ganan, ni pedo.

 
at 8:11 PM Blogger LINO FONTANA said...

Lo malo de ser el Número Uno siempre, es que el sujeto en cuestión deja a su esposa siempre insatisfecha, porque es el primero en llegar al orgasmo. Por eso es mejor ser el Número Dos jejeje

Bastante buen relato mi Rotita, no salía de mi asombro y a cada párrafo me devoraba con rapidez otro y otro porque quería saber cómo terminaba ése patético arrivista.
Qué pena lo de Gómez... por cierto, ya me esperaba que Gómez fuera gordo, jaja es la imagen mental que tengo de un Gómez.

Saluditos Rotita, éste será El Cuento Número Uno. De 10!!!

:D

 
at 2:41 PM Blogger cervantes said...

buen, buen cuento rota...

pero y siempre hay un pero,...en la vida. jaja..

"subió las escaleras hasta su recámara y se tiró en la cama"

en esa parte .. cuando la esposa del tipo entra en la casa y se tira en la cama cansada, pues.

es invitable que ese dia... fue la primera en acostarce.

ajajajaj..

en fin.

durmiendo con el enemigo.

coincido con lino !

 
at 6:54 PM Blogger Noemí Mejorada said...

jerónimo: ps si, yo agandallo los lugares en el camión, pero luego lueguito de que se sube un viejito lo abandono... es que soy taaan buena...

:)

Sirako: Jajajaja...

Sirako again: Movemos el reloj mundial y ya... eres el número uno... (aunque no movamos el reloj mundial)

;)

Pami: Yo te extrañaba también, mucho, jaja, es que esto andar de viaje en viaje... jeje, ganas tengo... gracias por la visita, yo ya jui a tu changarro...

I love too!!

Aimesita: Pero eres la número uno de las cuatro hermaninis... condenada!!!

Fontana: Hola Fontanaaaaaa!!!! tienes razón, este tipo seguro que siempre dejó a su esposa triste... por eso hay que odiarlo más...

Un abrazote, que bueno que atrapé por lo menos unos minutillos tu atención, espero seguir haciéndolo... besos muchos!!!!!

Ademyr: es verdad!!!!!! cuánta inconsistencia en la vida de este pobre hombre. Merece ser el primero en salir de éste blog...

Que bueno verte...

:D

 
at 9:45 AM Blogger Vala Sailhin said...

Niña, pues ni qué decir...ja ja ja, reiré siempre que recuerde este texto...Ese number 1 es el mejor, ah, que placer tan grande!!...habríamos de honrar a las mentes maquiavélicas, a aquellas que no duermen resolviendo venganzas por las noches, al ras de una ventana!!...
Un aplauso para usted lady...y mi N.F.

Besos...amo al nº1 y a ti también...

 
at 11:14 AM Blogger YaYa said...

no, no, no... pobre Gomez....
Maldito numero uno!!!
Hay, no!.. no!!! yo soy la number 1 en mi trabajo pues soy la primera en llegar todos los dias, pero no por quererlo... no hay manera de modificarlo para ser la ultima (cosa que me encantaría para continuar soñando con los angelitos mas tiempo por las mañanas)..

Te quiero mucho... besos...
Como siempre, muy buen cuento... Y como todos, me encantó!!!

 
at 8:44 PM Blogger Unknown said...

Al menos uno puede imaginarse siendo el hombre número 1, nomás le cambias el nombre mientras lees..... jaja ok...... me voy... saludos!

 
at 3:36 PM Blogger Pau Llanes said...

DESPEDIDA: Vengo a despedirme… Fue un placer leerte y saber que alguna vez también tú leíste los textos de Pau Llanes… Un saludo fraternal y un abrazo cómplice… Pau

 
at 8:29 AM Blogger LINO FONTANA said...

Feliz día de las Madres, para quienes lo sean y para quienes las vayan a celebrar, les mando un abrazo y felicitación en su día.

Besos y abrazos también para mi Rotita!!!

 
at 10:35 AM Blogger Seymus said...

que, entonces existe otra manera de escalar puestos en el organigrama??, que alguien me explique

 
at 1:03 PM Blogger Noemí Mejorada said...

Mr Cougar: que milagrazoooo que me haces el honor! jaja... que bien que vienes... tons te identificaste??? jaja, que bueno! ese número uno es la onda!!!
beso!

Pau Llanes: Despedida??? como???

:(

besoo!!!

Linito! que bien que veniste a alegrarme este día! yo te mndo un abrazo fuerte también y besos!!!!!!


Seymus: pues si, no hay necesidad de pisotear a la banda, pero es más tardado y da más hueva.. jaja!
Beso!

 
at 6:21 AM Blogger LINO FONTANA said...

No tes tite :(

sonríe y ponte feliz

:D

¿Andale si?

Abacho y becho para que te repongas.

 
at 12:24 PM Blogger Samantha said...

Me uno a Lino y yo dejo muchos abachos y bechos para ti, además te traigo un puñito de luciérnagas para que te acompañen siempre, siempre con mucho amor:
¨¨¨¨¨
¨¨¨¨¨
¨¨¨¨¨¨
¨¨¨¨¨

Te quiero mucho bonita y cuentas conmigo pa tocho lo que necesites.

 
at 8:58 AM Blogger Noemí Mejorada said...

Fontana: Muchas gracias, ya no voy a estar triste, lo prometo... y como siempre los abrazos y besos van de regreso!
:)
grax por levantarme el ánimo!

Pami: Nena, tu eres como la abeja reina pero de las luciérnagas!!! que lindaaa! Te quiero!!!

;)

besito!

 
at 8:40 PM Anonymous Anonymous said...

mimi...:(
triste:(
:(
:(
help!

 
at 7:47 AM Blogger Noemí Mejorada said...

To también aimeé, pero vamos para adelante!

:(

Te quiero!

 
at 7:48 AM Blogger Noemí Mejorada said...

Ay, quise decir Yo...

:(

 

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