Thursday, May 29, 2008

Ésta no es una historia de amor: o de la noche en la que un montón de posibilidades se fueron por una sucia coladera


Cruzó la calle brincando charcos pues acababa de cesar una fuerte tormenta. Su paraguas rosa le tapaba desde el cabello hasta la nariz y observaba atenta el piso de cemento. Intentaba no caer. Intentaba, cuando de pronto una luz pegó de frente a sus pies. Era un taxi amarillo con una luz medio ciega, amarilla también. Y al volante se hallaba un joven. La profunda cavidad del paraguas que llevaba para protegerse de la lluvia, que en ese momento era ya como un ligero tintineo, no le había permitido ver bien que el semáforo estaba en luz verde y que debió haberse detenido antes de cruzar la calle. El taxi avanzaba a 40km/h y tuvo tiempo de frenar sin siquiera rozar la falda de la chica que en ese instante se encontraba de pie junto a su defensa delantera.

Ambos se quedaron quietos, el joven del volante y la chica del paraguas. Y era una quietud de movimiento y de sonido. Una quietud de palabras y de respiros. Ella levantó lenta y casi imperceptiblemente el paraguas dejando ver su par de ojos castaño. Estaba temblando de frío y de susto, y eran unos ojos muy hermosos. Él, acercó el rostro para observar mejor. Era de noche y las luces del auto no ayudaban mucho; aparte la lluvia pasada había dejado como herencia tras de sí, un parabrisas medio sucio y medio mojado. Ella miraba también hasta que encontró entre la negrura de la noche la cara intrigada que la observaba. Quiso moverse, pero no pudo; y esta vez no era el temblor que producía su cuerpo por el frío lo que le impedía realizar movimiento alguno. Era otra cosa, era aquel rostro. Sus miradas se cruzaron y en el aire se desató algo que no era ni la lluvia, ni el frío de aquella noche. Era una especie de amor, y la noche comenzaba a tornarse intensamente maravillosa.

Pasaron quince segundos y no hubo cambio en el ambiente; pasaron veinte segundos, y la quietud se hacía cada vez más plena. El temblor de su cuerpo se aligeraba en la medida en la que el tiempo se desgajaba sobre ella, y sintió que estaba viviendo la más maravillosa escena de amor; la más insuperable imagen romántica. Los segundos seguían corriendo, mientras tanto, sentía como si éstos se sintonizaran con los latidos de su corazón.

Pasaron treinta, cuarenta, cincuenta segundos de oscuro silencio. Entonces el joven del volante lanzó al viento unos fuertes apretones de claxon. Arrugó la frente y se le veía realmente molesto. La chica dio un brinco enorme; soltó el paraguas, y éste cayó al piso. El joven, a partir de ese momento, no dejó de pitar, y como la chica no se movía, comenzó a acelerar el auto. Asustada sintió que algo la jalaba hacia un lado: era algo similar a la inercia o a una especie de sentido común involuntario, pues sus piernas estaban completamente paralizadas.

No cabe duda que a veces la vida nos juega mal. El chico del volante pensó una serie de barbaridades entre las que se encontraban las siguientes: “¡pinche vieja loca! ¡cruzarse sin ver!” y “¡y aparte se queda ahí paradota!”.

Ella había deseado esa noche estar dentro de la profunda cavidad del paraguas acompañada por aquel extraño joven; y navegar, por el delicado río de agua de lluvia, abrazada a él. Se había enamorado de sus ojos. En cambio, y lejano a aquel sueño, sucedió que el taxi avanzó y, al pasar a su lado, levantó con la llanta un rocío de agua sucia que le empapó hasta la cara. Entonces ella, con el rostro volteando al piso, exprimió su falda en una coladera sucia. Levantó el paraguas del piso y caminó sin volver a dar ningún brinco. Arrastró los pies y los hundió en los profundos charcos.

Esa noche navegó por un río de aguas oscuras y solitarias, mientras la noche caía de golpe sobre la ciudad. En la coladera se quedaron los restos de una imagen rota en mil pedazos. Junto a ella, un montón de basura intentaba evitar el paso del vasto río que viajaba en dirección al submundo en el que habitan las aguas negras.


Cuento dedicado a todos aquellos paraguas que he perdido y después, olvidado.
Cuento dedicado también al paraguas rosa de Sirako, el cual, ha de extrañar solitario las lluvias constantes del verano...



Fotografía: Eugenio Recuenco

Noemí Mejorada at 5:48 PM

7comments

7 Comments

at 9:47 PM Blogger YaYa said...

jajaja...
No, esta no es una historia de amor, aunque por un momento lo imaginé así.

Y bueno, no faltará que te diga que por supuesto me gustó... aunque me hizo recordar alguna situación bochornosa (o varias) que alguna vez me han pasado en estos tiempos de lluvias con los charquitos o grandes ríos que se pueden hacer en las calles.....

Te quierooo!!!

 
at 11:42 PM Blogger sirako said...

ay hermosa!

la historia y tú por dedicársela a mi paraguas :P bueno no sólo por eso.

el elemento sorpresa y bajón del cuento son la onda. le amé de principio a fin.

:D

 
at 5:30 AM Blogger Noemí Mejorada said...

Ay, me quedé dormida!

Yaya: Oye, y te acuerdas cuando hacíamos barquitos de papel y los dejábamos que navegaran por la corriente de agua después de la lluvia? Jaja, chiquitos, grandotes, medianitos, con casitas a los lados, con triple vela, ay esa abuelita nuestra que bonitos barcos hacía y que bien nos enseñó verdad? jaja, y nosotras que bien aprendimos a tapar las coladeras con ellos, porque seguro que los barquitos se convirtieron en una masa de papel que tapó cada rendija... por eso todos en la cuadra sufrían de las inundaciones... jajaja...que bueno…


Te quiero!

Siraki:

:)

Con mucho amor! es que neta imagino al pobre de tu paraguas, con su vestido rosa, muy triste y extraándote! Eso es lo peor!

¡que bueno que te gustó, te lo regalo!...

besitos y abrazos!!!

;)

 
at 10:40 AM Blogger Samantha said...

Yo creo que sí es una historia de amor, quizás equivocado o unilateral, fugaz o salpicado, pero amor al fin.
Me pareció hermoso, de los más bellos, tanto que no he podido dejar de pensar en los ojitos de ella tratando de cubrirse ilusamente de una tormenta arrazadora.

Muy bonito post, de mis favoritos, a mí me encantan los paraguas, creo que son cíclicos, como karmáticos, cada año al iniciar las lluvias sufro por su ausencia, sin embargo a los pocos días por alguna extraña razón ya tengo por lo menos uno, el mismo que sé que perderé y que después traerá otra persona, pero después llega otro y así, por los siglos de los siglos... jejeje.

Te dejo mi completa admiración, me encanta lo que haces. :)

 
at 3:05 PM Anonymous Anonymous said...

Holasss! bueno, yo veo carro amarillito y me imagino a my love, pero bueno, creo que si es una historia de amor, de esas flash que así como llegan se van...:(
mientras eso no le pase a...jaja, ya sabes!!!
un abrazo y becho.

 
at 4:29 PM Blogger Noemí Mejorada said...

Pami, tienes razón! es una historia de amor de una sola pieza... ay, que romántico!!!

Que lindas cosas me dices chula, ya sabes que yo pienso igual y/o lo mismo por ti, jeje...

:)

beso!!!

Pronto sale el notisac :((bochorno): pero si no te diste uenta?? era él!!! siii, y le hizo como a todas les hace, les echa el carro... jaja, es que sólo te quiere a ti...

Y del notisac, pásame un ejemplar no?

:)

va a quedar muy bonto... estoy segura...

;)

 
at 10:10 AM Blogger Lilith said...

Me encanto!! sobre todo que me ha hecho recordar que yo siempre pierdo los paraguas, ha descansado mi alma al saber q no soy la unica ;)

Me surge una preguta y a ¿donde iran todos esos objetos pedidos?

Tambien me hiciste añorar las lluvias, me gustan los dias de lluvia cuando no tienes que salir de tu casa y estas con una muy grata compañia.

ya quiero lluvia!!

 

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