Thursday, June 19, 2008
Del género policiaco o el sub comandante Naranjo y sus aventuras en la base de operaciones

El agente Manzano, agitado y con la respiración entrecortada, llamó desesperado a la base de operaciones:
-¡Vamos sub comandante, responda!… ¡es Manzano reportándose a la base de operaciones… sub comandante, sub comandante!… ¡es importante este mensaje!... ¡responda!…
El sub comandante Naranjo comía pepitas y hojeaba una edición de colección de una revista pornográfica. Tenía los pies sobre un amplio escritorio y se movía suavemente de adelante hacia atrás ayudado por las pequeñas llantitas de una silla giratoria, doblando un poco las rodillas y sin despegar los pies del filo de la madera de caoba.
- ¿Si? Hola, aquí el sub comandante Naranjo desde la base de operaciones, Manzano, ¿qué mensaje me tienes?
- ¡Sub comandante, todo ha salido mal; hay tres muertos y dos heridos! ¡Esos azules fueron más veloces que nosotros; sólo tengo cuatro de las piezas, todo lo demás quedó dentro de la galería…! pero los muertos, y los heridos… ¡esto es una masacre! El agente Pepino se desangra a mis pies… no sé qué hacer… estamos escondidos en un callejón detrás de unos botes de basura inmundos, ¡tiene un agujero en el hombro! Y Mandarina, nuestra comandanta Mandarina… no responde… la traje a rastras hasta acá…
- Okey, okey, a ver, espérate, tranquilízate, déjame pensar…
Mientras el sub comandante Naranjo pensaba, se escuchó lejana la voz de Manzano; al parecer hablaba con los heridos:
- ¿Comandanta? ¡No cierre los ojos por favor! ¡En un momento más vienen por nosotros, estoy hablando con Naranjo, él nos va a salvar, tranquila! ¿Qué? ¡Sí Pepino, claro, te digo que es Naranjo!
El sub comandante Naranjo, (que había sido encargado de monitorear el atraco desde la base de operaciones y quien estaría a cargo de dirigir la operación de rescate en caso de ser necesario), escuchaba atento y nervioso. Había dejado la revista y las pepitas en el escritorio. Lo que estaba sucediendo era un asunto gordo… después de meditarlo unos segundos reinició el enlace…
- Okey, okey, a ver, espérate… estás seguro que todos los que quedaron allá, muertos, como tú dices, ¿están bien muertos? Es decir, ¿los viste… te cercioraste?...
-¿Qué? ¡Pues por supuesto que no, apenas tuve oportunidad de correr; esos hijos de puta dispararon a todo lo que se movía!, ¡hijos de puta, cómo si entendieran un carajo de arte!
- Okey, okey, entonces no te cercioraste…
-¿Pero qué carajos? A ver ¡le estoy diciendo que corrí, porque esos hijos de puta venían atrás de nosotros disparando mierda para todos lados! Sub comandante, ¡qué parte de disparando mierda para todos lados no ha entendido! Sólo los vi caer tras de mí. Yo seguí corriendo como un desquiciado. Pepino venía a mi lado cuando le dispararon, pero no cayó, le dieron en el hombro, pero él siguió corriendo. ¡Es un valiente! Mandarina perdió fuerza ya que llegamos al callejón. Yo la traía de la mano y llegamos hasta aquí, la tuve que arrastrar hasta detrás de los botes. Los azules ¡hijos de puta! se perdieron un poco atrás, y nosotros dimos vuelta. Pero ella trae un disparo en el estómago…
- Bueno, Manzano, pero entonces no estamos seguros de que haya quedado alguien vivo…
-No sub comandante, le digo que no… ¡Mierda, Mandarina… Mandarina! ¡No! Sub comandante, ayúdenos por favor, esto está jodido, ¡todo jodido!
- Okey, okey, mira Manzano, tú quédate justo donde estás ¿estamos? yo voy a pedir ayuda…
-Está bien, gracias, voy a intentar tranquilizarme, aquí espero. Pero que sea pronto, si no, van a encontrar tres cuerpos llenos hasta el cuello de plomo…
-Sí, tu tranquilo… mira, sólo quédate donde estás y ahorita te mando a alguien para que te ayude… Voy a hacer unas llamadas…
Y el sub comandante Naranjo se levantó de la silla, tomó el teléfono celular e hizo la siguiente llamada:
-Se jodió, están todos muertos. ¡Yo me largo!
-¿No hay nadie vivo?
-No, bueno, me llamó Manzano moribundo, me dijo que todos habían caído y que él estaba muy mal herido. Luego de unos minutos ya no me respondió, así que supongo que está muerto. Pero si no lo está, la policía lo va a atrapar y a torturar y ve tú a saber qué otras cosas más… y entonces puede delatarnos, Ciruelo, es sólo uno, y moribundo, si no es que ya está todo tieso… no vale la pena arriesgarse, hay que poner a salvo el trasero…
Del otro lado del teléfono, la voz masculina de Ciruelo dijo únicamente seis palabras…
-Tienes razón, yo también me voy…
Después de colgar, el sub comandante Naranjo se puso el sombrero, el saco, y colocó la revista doblada en dos partes bajo su brazo. Tomó un puñado de pepitas y se lo echó a la boca. Apagó las luces de la base de operaciones y al salir cerró la puerta con llave. Caminó de prisa, con las manos en los bolsillos. Estaba seguro de que hacía lo correcto, pues encerrado, no se disfruta la vida; y de la muerte, qué decir… de esa nadie sabe nada, más que lo que se ve… que cuando llega, pone a las personas tiesas como rocas, y después… ¡quién sabe! Lo que sí sabía Naranjo, y de eso estaba seguro, es que en ese momento no estaba para averiguarlo, ya vería luego, quizá en la cama de un hospital o en su propia cama, anciano, tranquilo… pensando en eso, siguió caminando… sin despegar la vista de sus pasos…
Noemí Mejorada at 7:50 PM
Sunday, June 08, 2008
Numérica o de la noche en la que Dos fue ayudado por Diecisiete y Veintidós en un oscuro plan de escape

Noemí Mejorada at 10:00 PM
Wednesday, June 04, 2008
Magnífica o de las extrañas oraciones y su relación con los misteriosos tiempos de la naturaleza

- Ay, a mi también. ¿Escuchas cómo silba el viento? ¡Uy! ¡Se me puso la piel de gallina!
- ¡Hey, ya empezó a llover!, ¿No te acuerdas cómo iba la Magnífica? Ay no, ya está cayendo granizo…
- ¿La magnifica? Ah, si, claro… ay no, no la recuerdo…
- Deja de asomarte por la ventana. Siento que el granizo va a reventar uno de los cristales.
- Ay ya, déjame…
- Se te va a salir un ojo con un cristalazo… ¡ojalá, por payasa!
- Ay, ya cállate y mejor haz memoria. ¿Cómo iba La Magnífica?
- Mmmm, pues no, no me acuerdo; pero seguro que está en uno de los cajones del ropero. Espérame, deja voy a ver. Y ya aléjate de la maldita ventana, que me da más miedo.
- ¡Ay maricona! Que rico huele… a pura tierrita mojada.
La pequeña hundió la nariz en una de las pequeñas cajas que se encontraban en el ropero de la recámara de su abuela. Entre decenas de papeles la encontró. Bajó de prisa con la estampita religiosa en la mano y se arrodilló junto a su pequeña hermana.
- Ya está. Repite conmigo: Glorifica mi alma al señor y mi espíritu se llena de gracia al contemplar la bondad de Dios mi salvador porque ha puesto la mirada en la humilde sierva suya, pues ha hecho en mi favor cosas grandes y maravillosas…
Las pequeñas rezaban juntas al unísono, mientras tanto, el viento soplaba fuerte afuera. Una de las puertas se azotó contra la pared. Las dos jovencitas dieron un brinco enorme.
- No la estamos diciendo bien… ¿porque llueve tan fuerte?
La puerta regresó a su sitio lentamente impulsada por un leve soplo de viento. Era como si mientras más invocaran a Dios, éste decidiera enviar con más fuerza aquella gran tormenta.
- Infinitamente santo, cuya misericordia se extiende de generación en generación, a todos cuantos le temen extendió el brazo de su poder y disipó el orgullo de los soberbios trastornando sus designios, desposeyó a los poderosos y elevó a los humildes. A los ricos los dejó sin cosa alguna. Exaltó a Israel, su siervo, acordándose de él por su infinita misericordia y bondad. Así como lo había prometido a nuestro padre Abraham y a todos sus descendientes…
Entonces un fuerte trueno retumbó en toda la casa. Y un relámpago iluminó la oscuridad en la que se encontraban las pequeñas, pues minutos antes, la tormenta había provocado un apagón en toda la casa. Con la mirada de lechuza y las manos temblorosas, se tomaron del brazo y fueron hasta donde se encontraban las velas. Encendieron una con el fuego de la estufa. Regresaron a la ventana y se quedaron muy quietas. Parecía el día del juicio final. Ellas continuaron pero la lluvia no cesaba, entonces comenzaron a llorar.
Era una noche fría y oscura. Era una noche llena de ausencias. Era una noche de lluvia intensa e infinita. Era como si la lluvia de todos los días pasados se resumiera en una sola tormenta. En la tormenta de esa noche. En la intensa marejada de agua que se resbalaba por los cristales de la ventana frente a los ojos de dos pequeñas que oraban con fidelidad.
- Parece que nunca va a dejar de llover. ¿Sigo rezando?
- Si, sigue…
- el que es todopoderoso y su nombre es infinitamente santo, cuya misericordia se extiende de generación en generación, y así nos libre y defienda de accidentes, huracanes, tornados… rayos y de todo mal…
Entonces cesó la lluvia, la luz se encendió en cada lámpara y las ventanas dejaron de crujir como puertas enmohecidas. Las niñas se abrazaron fuerte. Era como si la mano de Dios les hubiera encendido cada apagador. Salieron a la calle envueltas en sus camisones color blanco, sin zapatos. Y de repente se sintieron muy contentas. Corrieron hacia la habitación y se pusieron a hacer barcos de papel. Encendieron la luz de la cochera y, tomadas de la mano, soltaron uno a uno los barcos en el riachuelo que había dejado, en las calles, la lluvia.
Para la más bonita persona que he conocido y que se quedó a dormir en mi corazón… por hacerme creer en todo aquello que no se puede ver, por haberme hecho la vida feliz…
Noemí Mejorada at 6:50 PM