Wednesday, December 17, 2008

De ratones y ratoneras o Carmencita y su Leopoldito


Carmencita, mientras bebía un té negro helado, pensaba en su marido, Leopoldito. Tenía una cara muy seria, una cara larga que corría hacia abajo sin fin. Su rostro era uno ahora, estaba solo y no dejaba de mirar al piso. Pensaba en la soledad y en los tiempos en los que sus ojos habían reflejado, felices, el rostro del hombre al que amaba; en los tiempos que ya no existían.

Entonces llegó Leopoldito, cansado y con mucha hambre:

-¡Hola! ¿Qué hay de comer?… ¡muero de hambre!

Carmencita, con los ojos fijos en su té helado negro decidió calmar su tristeza y disimular un poco. Sabía que la venganza es un plato que se sirve y se come frío. Se levantó del sillón en el que se encontraba esperando a su marido y se acercó a él, muy seria, pero amable.

-Hola Leopoldito, ¿cómo te fue en el trabajo?

-¡Muy bien mi vida! Pero luego te cuento, ¡ahora lo que quiero es comer!

-Está bien. Ven, siéntate.

Y Leopoldito se sentó a la mesa. Cenó, bebió un vaso con ron y luego se dispuso a retirarse a la cama. Carmencita lo observaba fijamente, sin despegarle la vista de encima, como se observa la impredecible conducta de un animal salvaje.

-¿Ya te vas amor?

-Ya mi vida, ¡tengo que descansar! ¿Vas? ¿Te espero en la cama? –dijo, y puso una mirada libidinosa. Carmencita, disimulando el coraje, sonrió sin sonrojarse, como había sido su costumbre cada vez que Leopoldito le incitaba a ir a la cama con él y tener una noche de pasión desbordada.

-No cariño, duérmete, yo tengo que hacer unas cosas todavía. ¡Te alcanzo al rato!

Y Carmencita se sentó en la sala de su casa a pensar. Estaba sola ya, Leopoldito había subido por completo la escalera y había cerrado la puerta de la habitación. Se sentía abandonada, abatida y desesperada. Entonces la locura se le subió a la cabeza. Respiraba agitada, no podía creer que Leopoldito fuese capaz de engañarla. Se levantó del sillón y bajó al sótano. Era la hora. Tomó con sus manos firmes el hacha que guardaban ahí y subió de nuevo a la casa.

La noche caía como una tormenta sobre el arma que empuñaba la mano de Carmencita volviéndola un objeto más pesado que el plomo. Fue de nuevo a la sala y se sentó en el sillón. Allí, observó las fotografías de su vida. Era la vida de ambos, la vida de dos comprimida en los pequeños recuadros que se sostenían firmes en una larga lista de portarretratos. Lloraba amargamente y pensaba en la infidelidad de Leopoldito. Era lo más triste que le había pasado, era la oscuridad de un túnel que no dejaba ver su salida.

Subió lentamente la escalera. La dosis de somníferos que había disuelto en el vaso de ron había hecho efecto ahora y el sueño de Leopoldito era ya tan pesado como esa noche; como el arma nocturna que se acercaba a él; como la tristeza de su mujer.

Leopoldito se había convertido en un ratón atrapado en la ratonera de Carmencita y no podía hacer ya nada. Dieron las doce. El día estaba llegando a su fin. Carmencita entró en la recámara y cerró tras de sí la puerta. Las campanadas del reloj de piso sonaban anunciantes, convirtiéndose, en su paso por el tiempo negro de esa noche, en el eco de lo que unos segundos antes había sido el día del derrumbamiento de Carmencita.

Foto: Eugenio Recuenco

Noemí Mejorada at 4:15 PM

6comments

6 Comments

at 4:12 AM Blogger Nomás said...

Gracias y feliz natividad para vos también!

 
at 7:00 AM Blogger Vala Sailhin said...

Lady, LAdy Carmencita!...

Tsss...

Lo peor es que "Leopoldito" suena a un wey bien feo y bien teto, no, ...

great story!!...

:)

Mi N.F...

Se inaugura 2009 de la Rota?...

Qué sorpresas hay baby?

Bechus!!

 
at 11:10 AM Blogger Kiddo said...

Gracias por dejarnos un último de fin de año. Yo creo que alguien que se haga llamar Leopoldito no es capaz de poner un cuerno ¿no sería un malentendido?

 
at 9:11 PM Blogger LINO FONTANA said...

Historias de este tipo hacen que no me quiera casar nunca...

:(

Por otro lado haberla leído me ha hecho recordar lo mucho que Mimí sabe contar historias. Te mando un abrazote.

Réquiem por Leopoldito.

 
at 12:14 AM Blogger Pável said...

EPÍLOGO GALLETERO (O CÓMO EL ESTÓMAGO SIEMPRE PODRÁ MÁS QUE LA RAZÓN)


L: Así yo no juego. Tú siempre quieres matar a mis personajes. Así que chiste. Tú siempre eres la que sobrevive en todas las historias, la que gana mucho dinero, la que corre más rápido y de la que todos se enamoran.

C: Pues es que así pasa siempre en las telenovelas. ¿Dónde has visto que sea el hombre el protagonista?

L: Mi hermana veía Rebelde y ahí los chavos y las chavas eran protagonistas. Y nadie se tenía que morir para que una sola se quedara como la mejor.

C: Pues como quieras, la casita del árbol es mía, y si no te gusta pues te puedes ir a jugar donde quieras. Además no te voy a dar de las galletas que está haciendo mi mamá.

Leopoldito tiene su orgullo, pero termina doblando las manos. Podría argumentar, disertar, ensayar, rebatir y al final hacer añicos los endebles argumentos de Carmencita. Sin embargo, no hay ningún verbo en infinitivo que le guste tanto a Leopoldito como "deglutir", sobre todo cuando va acompañado del objeto directo "galletas".

 
at 8:03 AM Blogger Aimeé said...

Hola Mimi!!!
Apenas vine, y me gustó mucho!
me imaginé un final al estilo gore, de los míos..jajaja!
besos!!

 

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